Capítulo cinco

39.5K 1.8K 131
                                    

9 de marzo de 2018

Nuevamente nos situamos en el sofá, él sentado y yo a horcajadas sobre sus piernas, rozando mi intimidad con la suya, friccionándonos. Sus manos se deslizan por mis muslos para acariciar mi trasero, mientras nuestras bocas se encuentran una vez más en un apasionado beso.

Lentamente desliza sus manos por mi espalda, provocándome un gemido. Con la misma lentitud, comienzo a mover mis caderas hacia adelante y hacia atrás en su regazo. Él acerca sus manos y toma un seno con cada una, acariciándolos, luego apretándolos. Al mismo tiempo, yo recorro sus omóplatos, su espalda, hasta llegar a sus caderas y apretarlas contra las mías.

Separamos nuestras bocas, solo para darle acceso a mi garganta. Luego se va desplazando hacia abajo en mi pecho. Comienza haciendo movimientos circulares con las manos abiertas, con las palmas de las mismas presionadas contra mis pezones. Cuando sus labios tocan mis senos, arqueo la espalda hacia atrás, apretando mi agarre sobre sus caderas.

Un gemido involuntario escapa de mis labios. Podría morir de placer en este momento.

Llevo mis manos a su bóxer, alzándome lo suficiente para poder sacarlo y en cuestión de minutos, jadeamos mientras lo cabalgo.
No sé en qué momento termino debajo de él. Me da una fuerte embestida y se detiene, a lo que protesto.

— Dime cuán caliente soy, Amanda —susurra antes de tomar mis senos nuevamente y con más fuerza. Lo siento morder y gimo con fuerza. Trato de moverme para continuar, pero sus manos detienen mis caderas—. Dímelo, Amanda —y me embiste nuevamente con fuerza, repitiendo el proceso anterior. Vuelvo a protestar cuando se detiene—. Si no respondes, no continuaré.

— Caliente, muy caliente —jadeo.

Sus fuertes embestidas se hacen presentes y nuevamente estoy sobre él. Ambos nos movemos al compás, observándonos fijamente a los ojos. Nos damos placer mutuamente, lo siento correrse y es mi señal para acompañarlo. Mientras lo hago, no aparto la mirada de sus esferas doradas. Y es ahí donde experimento otra nueva sensación nunca antes vivida.

Nuestras respiraciones son lo único que se escucha en el amplio lugar. Él se recupera antes que yo y se para conmigo en sus brazos, para trasladarnos a su cama y continuar con nuestra noche, hasta satisfacernos hasta la saciedad...

— Amy, ¿me estás escuchando? —la voz Eloy interrumpe mis pensamientos. Los recuerdos de anoche me interrumpen cada vez que encuentran oportunidad.

— Sí, perdón —contesto—. Ya me pongo con el informe, y la reserva de las diez está hecha.

— Bien. Estás un poco distraída esta mañana. ¿Todo en orden? —pregunta preocupado.

— Sí, tranquilo. Lo dejo, señor —digo antes de retirarme.

— ¿Me tutearás algún día? —pregunta.

— En el trabajo, no.

Me siento en mi escritorio y lo primero que observo es la bandeja de entrada de mi correo. Se ha vuelto una costumbre.

De: Daniel Gold
Para: Amanda Roldan.
Fecha: 9 de marzo de 2018. 8: 30 a.m.
Asunto: Buenos días reiterado.

Querida señorita Roldan:

Adoro darle los buenos días en el ascensor cada mañana. Pero debo confesar que prefiero hacerlo en mi cama, desnudos y muy, pero muy dentro de usted.

Espero que anoche haya quedado satisfecha.

PD: Dime que he acertado con las flores esta vez, por favor.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now