Capítulo once

33.2K 1.7K 185
                                    


<< Silencio >>

No hemos pronunciado palabra palabra. Tal vez, estamos esperando a que el otro rompa el hielo. Cuando dije que quería cenar en el hotel, me refería a la habitación. Él lo sabía. Pero, por supuesto, debía contradecirme y traerme al restaurante.

— ¿Desean ordenar? —Pregunta el camarero con un marcado acento español.

— Tomaré el especial de solomillo ibérico con setas —ordena mi jefe idiota—. ¿Amy?

— No tengo hambre, gracias.
Resopla exasperado—. Lo mismo para ella —dice—, y dos copas de Sauvignon Le Blanc.

>> Se me está agotando la paciencia, Amanda —sisea mientras el camarero nos deja a solas.

— Me parece bien.

Maldice por lo bajo—. ¿Por qué lo haces tan difícil? —pregunta exasperado—. ¿No crees que nos debemos, al menos, una última plática?

Por unos interminables minutos medito antes de acceder.

<< ¿Qué puede cambiar con una simple conversación? >>

— Muy bien —claudico—. Te escucho.

— Dije cosas que no debía…

— Solo dijiste lo que pensabas —interrumpo.

— Eso no es cierto —objeta—, lo sabes.

— No —intervengo—. No lo sé. No sé nada, Daniel. Aunque solo era sexo, creí que te conocía.

— Lo haces —aclara—. Creéme; sabes más de mí que mucha gente. Tienes razón cuando dices que te ofendí con mis palabras. Sin embargo, no era mi intención. Lo lamento.

— De acuerdo —acepto—. Disculpa aceptada. ¿Contento? Ahora ya puedes dejar el tema por zanjado, y de paso, mover tus influencias para conseguir otra habitación.

— No lo has entendido —replica exasperado.

— Perfectamente —afirmo—. Y sinceramente acepto tus disculpas. Pero si pensabas que una vez te disculparas, correría a tus brazos; estabas completamente equivocado. Esto se acabó; lo que sea que tuviéramos.

No dice nada más. Solo me mira.
El camarero aparece con nuestros platos y copas.

Pero mi apetito se ha ido, junto con mis palabras.

Bebo del vino, mientras juego con la comida sin llevármela a la boca.

— Amanda —espeta furioso—, come o juro por Dios que te obligo aquí, delante de todos.

— No serías capaz —replico incrédula.

— No me retes —sisea—. Perderás.
Sé que habla en serio. Por lo tanto, hago de tripas corazón y pruebo la comida.

***

Llego directamente a la habitación de la suite y recojo mi pequeña maleta.

— ¿Qué haces? —pregunta al verme.

— No dormiré aquí —respondo—. Lo he dejado bastante claro.

— ¿Y dónde piensa ir la señorita, si se puede saber? —inquiere.

— No lo sé. Puede que a otro hotel. Te enviaré la cuenta, ya que has sido el causante de todo este desastre.

— Amy —me llama, pero ya he cruzado la puerta.

>> ¿A dónde crees que vas? —me acorrala contra la pared.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now