Capítulo treinta y cuatro

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30 de enero de 2019

Me estoy calzando las botas cuando mi madre entra en la habitación—. Hija, iremos a pasar la tarde en un spa —informa, señalando a Priscila y a Alisson. Me alegra que se hallan vuelto tan unidas. Quién hubiera pensado, que hace un mes, Priscila me lanzaba cuchillos con la mirada—. Nos preguntábamos si querrías venir.

— Lo siento, mamá —me disculpo tomando mi bolso—. No puedo. Otro día será.

— ¿A dónde vas? —indaga con las manos colocadas alrededor de su cintura—. Y más te vale que no sea lo que estoy pensando.

— Lamento decepcionarte —la miro fijamente. Por supuesto que lo sabe. Llevo días insistiendo en el tema, pero se niegan a dejarme ir—. Ya que nadie quiere llevarme, iré sola.

— ¡Amanda Lien Roldan! —me reprende—. Detente en este preciso momento.

— ¡Es mi casa! —reclamo en el mismo tono—. Tengo derecho a saber el estado en que se encuentra. Necesito ver si hay algo que puede salavarse. Todas mis joyas se encuentran allí, y sabes perfectamente que no me refiero a prendas. Necesito revisar cada rincón.

— Amy…

— Pienso ir —afirmo con toda seguridad—. Y no pienso pedir permiso. Ya he esperado bastante. Además, estoy segura de que no me la encontaré en tan mal estado. La brigada de construcción lleva un mes trabajando en ella.

Sin más que decir, me dirijo a la salida.

— Señorita Amy —me saluda mini Clarke, junto a Miller—. ¿Dónde la llevo?

— A mi casa, Clarke —contesto.

— Lo lamentamos, señorita —se disculpa—, pero no podemos llevarla.

— ¡¿Cómo?! —exclamo exasperada.

—  No podemos… —reitera mi sombra número dos.

— Les he oído la primera vez —estoy siendo grosera, pero en estos momentos me da igual—. Esto es el colmo. Le han avisado a Daniel, ¿cierto?

No necesitan responderme. La expresión en sus rostros me dice cuanto necesito.

>> Muy bien —claudico, buscando mi teléfono—. Supongo que tendré que llamar un taxi.

Me siento en el sofá del salón a esperar el dichoso auto. Sin embargo, Daniel llega primero.

— Pienso ir —aclaro nada más verle—. Y no puedes detenerme.

Se arrodilla frente a mí y suspira resignado—. No puedo convencerte de lo contrario, ¿verdad? —niego—. Supongo que he logrado retenerte suficiente tiempo.

<< Oh, puedes darlo por hecho >>

>> Solo prométeme que te lo tomarás con calma.

— ¿Tan mal está? —pregunto asustada.

— Mejor que hace unas semanas —su respuesta no es muy directa.

— Me preocupa más lo de adentro que la casa en sí —agrego ya en el coche.
Él besa mi mano, pero no me responde.

Me temo lo peor.

<< Por favor, que no sea lo que estoy pensando >>

Al llegar una rubia despampanante —y demasiado coqueta—, nos recibe.

— Daniel. Amy —nos tiende la mano a cada uno.

— Amanda, ella es Megan Holland —hace las debidas presentaciones—. Agente Inmoviliaria y Arquitecta. Megan dirige la restauración de la casa.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now