2. TRATO HECHO

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Eloy Gold

Bebo mi copa de Chardonnay  tranquilo, buscando algo que me interese esta noche, pero sigo sin encontrar nada. Hoy todo me parece plano y sé muy bien la razón. Estoy hasta las bolas de probar pasteles y ver arreglos florales frente a mí. Eso sin contar la lucha interminable contra mi madre porque quiero irme de casa.

—¿Encuentras algo que te guste? —sonrío cuando recibo el beso en la mejilla.

—¿La verdad? —bebo un sorbo de la copa—, no. Creo que esta no es mi noche, cariño.

—No me digas eso, que me siento como una novia terrible por arrastrarte al club precisamente hoy.

Me acerco para unir nuestros labios y de esa forma, desdibujar el puchero.

—Solo estoy estresado, nada más —me encojo de hombros para quitarle hierro al asunto—. Ya sabes cómo me pongo.

—Podemos irnos si quieres —propone acercando su silla a la mía—, pasar la noche en un hotel, darnos un baño de espuma juntos...

La idea suena tentadora, pero...

No sería justo para ella.

—Francés y su mujer están aquí por primera vez en tres meses —expongo lo que ambos sabemos—. No puedes perder esa oportunidad.

La pareja alemana son de nuestras favoritas para jugar y cada vez que vienen a la ciudad tocamos bombos y platillos. La química entre los cuatro es asombrosa.

—Pero...

—Nada —la silencio con un rápido pico en los labios—. No dejes que empiecen si ti.

—¿Seguro que no quieres unirte? —insiste una vez más.

—No estoy de ánimo para tríos y orgías hoy —soy honesto—. Ve, tal vez encuentre algún alma solitaria en algún punto de la noche.

—Las chicas solteras están en su mayoría en la piscina cubierta —me deja saber antes de subirse a mi regazo y atrapar mi boca, dejando claro que, pese a compartirme con otras, al final de la noche vuelvo a ser solo suyo. Cinthya es todo lo que deseo en una mujer y no puedo agradecer al destino lo suficiente como para haberla puesto en mi camino—. Nos vemos mañana.

La dejo ir para luego pedir otra copa y dirigirme hacia la zona de la piscina.

No creo que encuentre algo de interés hoy, pero al menos me distraeré con las vistas y... tal vez me dé un chapuzón.

Saludo con un leve asentimiento las máscaras que me resultan conocidas y sigo caminando perdido entre mis pensamientos. No tengo ganas de hablar con nadie, ya bastante he forzado mis cuerdas vocales en el salón de clases y, sobre todo, con mi madre en la cena.

Me empino la copa hasta el fondo y entonces, tengo el pecho mojado de buenas a primeras.

¡Joder!

La noche se me acaba de estropear con el torpe que me tira su bebida encima.

—¡Lo siento! —la voz femenina se disculpa al mismo tiempo que trata de sacudirme la ropa—. Lo siento, lo siento.

—Está bien —frunzo el ceño al percibir el angustiado, casi sollozante, tono—. Eh, no hay problema.

La cabellera rubia se alza dejando ver un antifaz dorado, bordeado por imitaciones de piedras verdes... de la misma tonalidad de sus ojos...

«Interesante»

Creo que después de todo si he encontrado distracción para esta noche.

—Lo siento —vuelve a repetir.

—De verdad, no hay problema.

Detengo sus manos frenéticas, palpando la suave piel que queda fuera del vestido también verde y, por una milésima de segundo, ella se paraliza ante mi tacto.

«Le gusto»

Un chico del servicio viene de inmediato a limpiar el desastre, dejando el suelo como si nada hubiera pasado de no ser por la mancha en mi traje.

—Te voy a matar, Hales —la escucho murmurar entre suspiros a la vez que me distraigo con el mohín formado en sus labios.

No sé por qué, de repente me entra una sensación de déjà vu...

—¿Estás bien? —inquiero—. Paraces perdida.

—¿Tan evidente es? —mi mirada le da la respuesta. No creo haberla visto antes por aquí, pero tampoco puedo afirmar que sea nueva, puesto que cada noche entra y salen miles de personas. Algunos son miembros regulares, otros solo quieren experimentar o pasar el rato—. ¿Estaría abusando mucho si le pido que me indique el camino hacia la salida?

—Para nada —el pecho se me desinfla. Sí, definitivamente es nueva—. ¿Has aparcado el coche en la entrada o en la zona VIP?

—He venido con mi amiga, ella tiene las llaves, puesto que el coche es suyo —explica.

—¿Y dónde está tu amiga?

—Se ha ido por esa puerta —señala la entrada del cuarto de juegos— con una morena y una rubia mexicana.

—Entonces, tienes un problema —mi humor cambia de manera inesperada.

—¿Por qué?

—Porque esta es una zona privada y los taxis tienen prohibida la entrada —respondo con todo el tacto que me es posible, debido a que luce como si fuera a tirarse contra la pared en cualquier momento—. Y siendo honesto, no creo que tu amiga regrese de ese pasillo hasta mañana.

—¡Mañana! —exclama alarmada con los ojos abiertos como platos. Ahora sí creo que se lanzará de bruces contra la pared, pero no sin antes degollar viva su mentada amiga—. La voy a matar. ¡Maldita la hora en que acepté esa apuesta!

—¿Una apuesta? —mi interés por ella crece cada vez más, casi tanto como las ganas de tirarla a la piscina y retozar en el agua con los pezones erizados expuestos bajo la tela. ¡Joder, no lleva sostén!—. Eso suena interesante, ¿por qué no me cuentas la historia desde el inicio mientras nos tomamos una copa? Así tal vez pueda ayudarte.

El gesto se le ensombrece de pronto y puedo percibir con claridad sus intenciones de huir.

—Gracias, pero...

—Oye —adopto la postura relajada y carismática que me caracteriza—, sin compromisos y sin expectativas —la veo dudar y, por un instante, pienso en la posibilidad de ofrecerme a llevarla a casa y marcharme yo a la mía también. Sin embargo..., me gusta, me gusta mucho y no puedo perder la oportunidad de probar su suave y perfumada piel—. Vamos a hacer algo, yo invito al primer trago y si después quieres irte, llamaré a un chofer para que te lleve a donde quieras. ¿Trato hecho?

Extiendo un brazo hacia ella.

Noto su vacilación, pero no le queda de otra, así que nuestras manos de unen, regresando la agradable sensación a mi sistema.

¿Por qué...? ¿Por qué tengo la idea de haberla visto antes?

Aquí en el club no ha sido. Eso lo tengo claro.

—Trato hecho. Me gusta el tequila —añade antes de encaminarse hacia la barra sin esperar por mí.

«¡Qué mujer!»

Dejo ver una sonrisa ladeada para luego seguirla.

Después de todo, mi noche no ha ido tan mal y creo que a partir de ahora irá mucho mejor. 

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now