12. EXPLOSIÓN

5.1K 148 15
                                    

Rebecca River

Termino de aparcar el auto y con extrema lentitud me bajo para entrar en el ascensor del estacionamiento. Caminar es una puñetera tortura y tengo que hacerlo con las piernas bien separadas como si acabara de hacerme una depilación completa.

¡Por la madre del cordero, me duele todo!

En vez de Oro debería llamarse Hierro con la polla que se carga.

Cierro la puerta a mis espaldas y, como puedo, me arrastro hasta el sofá.

—¡Buenos días! —Hayley llega hasta mí con una enorme taza de café.

—Oh, gracias —si pudiera me levantaba a rezarle de rodillas—. Solo por esto ya estás un cincuenta por ciento perdonada.

—Puedo traerte una dona de chocolate —sugiere con el rostro esperanzado. La gracia de dejarme sola la otra noche le está saliendo cara.

—Puedes —accedo ante los discretos rugidos de mi estómago—, pero no te aumentará puntos.

La veo desinflarse como una bolsa de plástico, sin embargo, el gesto apenas le dura unos segundos. Luego vuelve a ser la siempre.

—Solo porque soy buena amiga, te daré un dos por uno —señala para luego extenderme una caja repleta de donas calentitas. ¡El paraíso en forma de azúcar!

Por unos minutos nos centramos en el desayuno sin pronunciar una sola palabra... hasta que ella parece saciar el hambre de comida y abrir el de su curiosidad.

La manera en la que se queda mirándome como la loca de Doris en "Buscando a Nemo" es rara.

—¿Qué? —cuestiono con la boca llena todavía—. ¿Acaso tengo monos en la cara?

—Luces como alguien a quien le han dado toda la noche como cajón. Una risita pícara escapa de mis labios sin poder evitarlo.

—Es porque lo han hecho, amiga —confirmo—. Me duelen hasta las pestañas..., pero ha valido totalmente la pena.

—¿Y esa sonrisa de recién follada se debe a mi amigo Zafiro...? — indaga con demasiado interés—, ¿o al enigmático Dios del Sexo?

—Al final de la noche apareció —no necesito mencionar nombre—. Me iba a ir con tu amigo, pero...

—¿Por qué quedarte con una piedra cuando puedes obtener un lingote de oro? —termina por mí.

—Exacto.

—¡Cielos! —exclama de repente, arrimándose a mi lado—. No puedo creer que hayas cumplido el sueño de cada miembro del club... ¡dos veces!

—Oh y puedes apostar que habrá una tercera, cuarta... —me pierdo en mis ensoñaciones—. Te aseguro que serán bastantes.

—¡Jodida hija de tu madre suertuda! —bufa—. Tenía que haberte arrastrado al club antes.

Eso no puedo discutírselo. Si lo hubiera hecho, tal vez me habría evitado la escena de la piscina.

Me quedo un ratito más recostada, descansando un poco para comenzar el día. Oro tiene razón en algo; si no comienzo a hacer deporte no aguantaré la marcha.

—Me doy una ducha y nos vamos a la Uni, ¿de acuerdo? —le informo antes de caminar arrastras hasta mi habitación.

La siesta me ha dado un cinco por ciento de energía y el agua fresca me da otro diez por ciento. Suficiente para resistir el largo día... Sin embargo, no creo poder aguantar una clase con el profesor Gold. No cuando todavía tengo muy frescos sus besos bajo el agua.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now