8. ME HE VUELTO LOCA

1.7K 119 1
                                    

Rebecca River

Lo estoy besando. ¡Cielos! De verdad él me está besando. Y yo... sigo cada uno de sus movimientos, dejándome arrastrar a donde sea que me lleve con devoción.

Lo peor es que no es como he soñado tantas veces..., sino mucho, mucho mejor.

Entierro mis dedos en su pelo al mismo tiempo que su pecho de aprieta contra el mío, erizándome los pezones. Le muerdo, me gruñe. Gemimos. Hemos perdido el control y... es maravilloso.

Los soniditos de nuestras bocas se mezclan con el chapoteo del agua, volviendo todo más surrealista y yo... yo creo que ya he olvidado cómo respirar.

Sus dedos despegan la tela mojada de mi piel para colarse entre ella y recorrer mi espalda. Cada toque envía un centenar de descargas eléctricas hacia mis terminaciones nerviosas.

Nuestros labios no se separan, ni nuestros cuerpos dejan de restregarse entre sí.

Cada parte sensible tiembla en el acto y creo que estoy a punto de...

Un rayo de luz ilumina el cielo oscuro antes de reproducir el estridente sonido del trueno.

¡Joder!

Nos separamos de manera repentina, ambos jadeantes. Su frente descansa en la mía y cuando nuestras miradas establecen contacto directo, la realidad cae sobre nosotros como si se tratara de un balde cargado de cubitos de hielo.

El agua de la piscina se torna helada de un segundo a otro, provocándome escalofríos.

«¿Qué he hecho?»

Caigo en cuenta de mis actos y termino de congelarme.

¡Por Dios! ¡Le he dicho todo! He explotado como una cafetera y hablado hasta por los codos. ¡¿Le conté de los sueños eróticos?!

«Quiero morir, que la tierra me trague y me vomite en una isla desierta al otro lado del mundo».

Sin embargo, pese a la tormenta en mi interior, me quedo estática en mi sitio, disfrutando de la caricia de su aliento en la comisura en mis labios y sin saber por qué, también le sostengo la mirada con una primitiva intensidad.

—Esto es una locura —murmura contra mi boca.

—Lo sé.

—Está mal.

—Lo está —sigo respondiendo como si mi sistema hubiera encendido el piloto automático.

—No podemos... ¡Demonios! —su maldición me toma por sorpresa y me estremece en el acto, pero no tanto como cuando vuelve a apoderarse de mis labios—. Estoy loco. Tú me has vuelto loco.

—Lo siento.

—¡Deja de estar de acuerdo con todo lo que digo!

—Vale —por mucho que lo intento, no consigo salir de mi estado catatónico.

Le sigo el beso hasta que otro trueno resuena antes de sentir las gruesas y heladas gotas de lluvia en el rostro.

¡¿Es en serio?! Con la temporada de sequía que llevamos, precisamente hoy tenía que llover.

«Señales divinas le llaman», me reprende la voz de mi conciencia, pero ni aún así abandono su boca. Por el contrario, las llamas del deseo se avivan más todavía... y es él quien vuelve a tomar distancia.

Resulta evidente quién lleva el control de la situación aquí. Me desea... ¿o solo se deja llevar?

—Esto no puede ser, Rebecca —las lluvia se torna bastante fuerte—. No puede ser...

Esta vez no le respondo, en cambio, me quedo muda, confirmando sus palabras con la mirada.

—¿Por qué cree que huyo, profesor? —inquiero con la voz muy bajita.

Me sorprende que alcance a escucharme—. Será mejor que me vaya...

—Sí... —la magia de rompe en cuanto me da la espalda para salir de la piscina—. Ven.

Me tiende la mano para ayudarme a subir y temblorosa, le sigo.

«Tienes que salir de aquí, Rebecca»

«Tienes que hacerlo ya»

A medida que avanzo hacia la casa, el pánico acrecenta hasta volverse parte de mí. Tengo que huir, irme del país si es posible.

Camino por un pasillo como si llevara dos sacos de plomo en cada pie, dejando un rastro de agua en el suelo.

¡Por nuestro Señor Jesucristo, estoy empapada!

Él no tarda en encender la chimenea y dejarme sola, tan solo por unos segundos, para traer dos toallas consigo y extenderme una.

—Quítate la ropa —ordena de buenas a primeras, paralizándome por enésima vez.

—¿Co... cómo? —tartamudeo abriendo y cerrando la boca de manera repetida.

—Perdón —le veo golpearse la cabeza—, mi cerebro está un poco aturdido. Quiero decir que debes quitarte la ropa... De lo contrario, pescarás un resfriado.

—Yo...

—Tenemos que hablar, Rebecca —corta mi balbuceo—, pero primero tenemos que cambiarnos de ropa o ambos enfermaremos. Te prestaré algo...

Sus labios continúan moviéndose, pero yo no escucho nada en absoluto.

¡¿Maldita sea, qué hago aquí todavía?!

«¡Despierta, Rebecca!», me ordeno mentalmente.

Sin pronunciar una sola palabra, echo a correr hasta la puerta de la entrada.

—¿Pero qué haces? —siento sus pasos detrás de mí—. ¡Rebecca, joder!

—Tengo que irme —digo con la puerta abierta. La toalla cae de mis manos a la vez que sus ojos vuelven a conectar con los míos—. Lo siento.

Giro sobre mis pies sin darle tiempo a reaccionar y me lanzo a por mi auto bajo el torrencial aguacero.

Me subo al volante y no me permito pensar, sino que centro mi atención en la carretera para llegar a casa sin provocar ningún accidente de tráfico.

Creo que he sido golpeada por una buena dosis de adrenalina, puesto que conduzco rígida como una tabla y meto el coche en el aparcamiento para subir por el ascensor sin pasar por la recepción del edificio.

Sin embargo, cuando llego a mi piso toco la puerta del departamento con desesperación, sin reparar en el timbre.

—¡Ya voy, ya voy! —escucho de fondo a mi mejor amiga, quien se queda ojiplática al reparar en mi aspecto apenas abre la puerta—. ¡Santa Madre de los Desamparados! ¿Qué te ha pasado?

—Me he vuelto loca, eso ha pasado —entro hecha un vendaval y empapada como estoy, solo puedo apoyar la espalda en la pared del salón y arrastrarme por ella hasta el piso—. Tengo el clavo atascado, Hales, con un cuadro colgando fe él y todo.

—¿Y qué piensas hacer al respecto? —ella se coloca frente a mí, agachada para quedar a mi altura—. ¡Estás helada!

—Voy a sacármelo... —susurro determinada— a como dé lugar.

—¡Tienes que meterte a la ducha ahora mismo! —tira de mi mano desesperada—. Te vas a morir del enorme resfriado que pillarás.

—Llévame al "High Notes" —mis palabras la detienen en seco—.

Quiero volver al club, Hayley... Lo necesito.



Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now