Capítulo diez

34.2K 1.7K 60
                                    


16 de abril de 2018

Observo fijamente el ramo de jazmines, decidiendo qué hacer con él. Tiene una tarjeta, pero no quiero abrirla. Son suyas, lo presiento.

<< Ábrela, Amy. No seas cobarde >>, ordena mi subconsciente.

No puedo. Hacerlo en estos momentos, sería abrir la caja de pandora.

<< Tienes miedo. Temes rendirte ante él >>, me reprocha.

Pues sí, debo admitirlo. Me aterra que suceda nuevamente.

<< Daniel no es él >>, replica mi voz interior.

No —concuerdo—. Pero yo tampoco soy la Amy de antes. Esa Amy que deseaba corazones rosas y promesas de amor eterno ha muerto. Murió lentamente hace unos años.

<< Lee la nota, entonces. No tienes nada que perder >>

Es cierto. Una simple nota no me hará cambiar de parecer.
Tomo la pequeña tarjeta junto a las flores y procedo a abrirla cuidadosamente.

No pienso rendirme; ni con las flores, ni contigo. Te estaré esperando en mi oficina. Sé que vendrás.

Señor G
 

Sonrío incrédula.

Sueña con eso, Gold. Necesitaría una razón más poderosa que unas simples flores y unas pocas palabras provocativas para acudir a ti.

— Amy —me llama Eloy—. ¿Puedes venir?

— Usted dirá, señor —inquiero dentro de la oficina.

— Como has escuchado en la junta directiva —comienza explicando. No quiero recordar la dichosa junta donde Daniel no dejaba de lanzarme indirectas—, mañana el presidente debe visitar nuestra sede en España.

— Lo sé —intervengo—. Pero no entiendo que relación tiene conmigo.
No me gusta la sonrisa que veo asomar en el rostro de mi jefe.

— Todo, Amy —respondo—, porque serás tú quien acompañe a Daniel.

— ¡De ninguna manera! —me levanto de repente—. ¿Por qué? —mi pregunta es casi un chillido.

— Eres la más indicada —explica. Yo bufo en respuesta—. El español es tu idioma natal; lo dominas perfectamente. Además, aunque mi hermano domine el mundo editorial, muchas veces se deja llevar por los números. Necesita una opinión desde un punto de vista más… creativo.

— ¿Hablas en serio? —Indago—. ¿Qué se supone que haré? Solo soy una asistente, Eloy —le tuteo. Por su sonrisa, puedo asegurar que sabe más de lo que cuenta—. ¿Ayudar a Camille con los cafés?

— Para nada —responde—. Camille no irá. Intercambiarán lugares, solo por estos tres días —aclara.

— ¡Y un demonio que iré! —Replico—. Puedes despedirme en este preciso instante, porque no pienso ir.

— No puedo hacer eso, Amy —contesta—. Realmente, solo te estoy informando. Pero no tengo el poder de intervenir y siendo honesto, no me apetece.

Me guiña un ojo.

<< ¡Si será cabrón! >>

<< Está confabulando con el idiota de su hermano >>

Lo han planeado en complicidad.

>> Ha sido una orden emitida directamente desde presidencia —continúa su discurso—. Si tienes alguna objeción, ya sabes a quién debes dirigirte.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now