Capítulo treinta y tres

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Mis padres llegaron ayer en la noche. Viajaron junto a Eloy en el jet privado de los Gold. Mi madre no ha dejado de reprocharme por mantenerla en la oscuridad —ni yo de repetir que no quería preocuparla—. Sin embargo, la sonrisa no ha abandonado su rostro. Mi padre rápidamente hizo migas con los hombres de la familia. En otra época, hubiera adoptado su actitud de militar con Daniel; incluso le hubiera lanzado una que otra amenaza. Pero, ahora, después de todo lo vivido estos años, solo puede agradecerle el hecho de verme feliz.

— Realmente, me has hecho mucha falta —comenta mi madre. Estamos sentadas en el jardín trasero de la mansión.
La familia se ha reunido, incluyendo unos amigos cercanos y el servicio de la misma, para despedir el año. Es una tradición: el treinta y uno de diciembre, todos celebran juntos, como una gran familia.

Daniel incluso, invitó a Camille, Andrés y a Claire. Aunque solo la última ha venido. La pareja han viajado a Texas a visitar el padre de Andrés

Claire, por otro lado, no tenía con quien pasar las festividades. En algún momento, me comentó que su familia tienen una granja en algún pueblo lejano; y que no piensan salir de ese lugar, ni de visita.

» Pero no me arrepiento de haberte dejado ir. Solo mírate. Irradias felicidad, ¡y vas a ser mamá! —Acaricia mi vientre con suavidad. Yo solo río, no puedo hacer otra cosa. A estas alturas, terminaré con un terrible dolor en las mejillas y mentón, por no dejar de sonreír—. Esto, es todo cuanto he querido para ti. Estoy muy orgullosa de ti, Amy.

— Yo también, mamá —admito—. Por increíble que parezca. Me siento satisfecha con la mujer que me devuelve la mirada en el espejo. Sinceramente, no sé cómo he llegado hasta aquí; pero tengo muy claro que toda esta gente me han guiado en el camino.

— Tienes buenos amigos —observa—, y un buen novio.

Contemplo al susodicho. Los tres hermanos intentan armar los fuegos artificiales, para prenderlos a media noche. Aunque por la expresión de sus caras, creo que están linchando a la pobre Riley.

— El mejor —comento.

— ¡Qué guapo es, por Dios! —Su expresión me toma por sorpresa.

— ¿A que es súper ardiente? —Interviene mi mejos amiga.

— ¡Becca! —Le reprendo.

— ¿Qué? —Se encoje de hombros, como si nada.

— Pues sí —afirma mi madre—. Sí que sabes escogerlos, cariño.

— ¡Mamá! —Observo de otra. Luego alzo los brazos, en señal de rendición—. Vale. Decid lo que queráis.

— Tiene los ojos de su madre —Priscila se suma a la conversación.

— Y la belleza de los Gold —agrega la abuela de Daniel—. Tenemos buenos genes.

— Siempre luce su traje pulcro… —la voz de Claire es casi un susurro. Sin embargo, me alegra saber que poco a poco, supera su timidez—, y su presencia le da un aire misterioso.

— Tiene un buen culo —observa Becca.

— Vale, es suficiente —doy por zanjado el tema.

— Tu chico es todo un bombón —señala mi mejor amiga—. Así que vete acostumbrando que otras le vasilen.

— ¿Lo has hecho tú? —Inquiero con un rastro de malicia.

— Es diferente, querida. Yo soy más agresiva —no necesito preguntarle—. Quien se meta con mi hombre, firma su sentencia de muerte. Tú, por otro lado, eres un dulce pastelito.

— No te dejes llevar por las apariencias, Becca —replico—. Mejor cambiamos de tema.

— Me ofrecieron un nuevo empleo —su facilidad para pasar de un asunto a otro no deja de asombrarme.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now