Capítulo dieciocho

23.7K 1.3K 62
                                    


Finalmente llego a mi edificio. No tengo idea de cuánto tiempo he tardado en llegar. Estuve caminando por horas, hasta que decidí tomar un taxi.  

Aún me cuesta creer lo que ha pasado. Hace apenas unas horas estaba en sus brazos. Ahora vuelvo a ser la mujer deplorable que una vez fui. Me costó tanto recuperarme la última vez. Aun hay heridas que continúan abiertas.

<< ¿Cómo podré superar esto? >>

Su presencia interrumpe mis pensamientos. Mi subconsciente es capaz de percibirlo antes de que mis ojos logren verlo.

— ¿Qué haces aquí, Daniel? —inquiero en un tono muy bajo; no me quedan fuerzas ni para discutir.

— Amy, debemos hablar. Necesito explicarte…

— Fui muy clara cuando dije que no estaba interesada en tus explicaciones —le corto.

— ¡Pero quiero hacerlo! —insiste—. Escúchame, por favor.

— Nada de lo que digas podrá cambiar el hecho de que me engañaste.

— No fue así —replica—. Déjame explicarte.

— ¿Es cierto? —pregunto, aún con un atisbo de esperanza.

— Amy…

— ¿Es o no tu prometida? —insisto.

— Las cosas son más complicadas —se justifica.

— Solo responde mi pregunta, Daniel —casi suena como una orden.

— Sí —admite resignando, mientras siento como si me desgarraran el alma—; pero…

— Entonces, no tenemos nada más que hablar.

Trato de abrir la puerta de mi departamento, pero su figura imponente me impide el paso.

>> Déjame pasar, Daniel —exijo imponente.

— Tienes que escucharme —replica en el mismo tono.

— ¡¡No quiero!! —exploto—. ¡Me engañaste! ¡Me traicionaste! ¡Me hiciste creer en príncipes y castillos otra vez! —mi tono de voz se va apagando con cada fase—. Me hiciste confiar en ti, me tomaste de la mano solo para lanzarme al abismo.

Hace unas horas la expresión en su rostro me hubiera conmovido. Podría jurar que sus ojos me contemplan con dolor. Sin embargo, ahora solo lo identifico como una patraña más. Esos ojos dorados me atrajeron como a Ícaro el sol y lograron abrasarme con sus llamas; ahora solo me causan un dolor más fuerte que cualquier quemadura. Y siento repulsión hacia mí misma por desear correr hacia ellos una vez más.

— Te prometo que todo tiene una explicación. Solo dame una oportunidad.

— No puedo —admito en un suspiro, al borde del colapso—. No tienes idea del daño que me has hecho, Daniel. Aunque no lo supieras, te he dado muchas oportunidades. No puedo volver a confiar en ti.

— Si tan solo…

— Déjame pasar, por favor.

— No —se mantiene firme en su posición.

Es así como nos adentramos en un forcejeo. Él se concentra en impedirme el paso y yo lucho con todas mis fuerzas para llegar a la puerta. Ambos soltamos millones de improperios y jadeos en el intento.

Nos retamos, nos reprochamos y también nos anhelamos. En un descuido suyo, logro introducir la llave y girarla, quedando el espacioso departamento ante mis ojos. Sin perder tiempo me adentro en él.

— ¡Amanda! —intenta entrar.

— ¡Vete! ¡Déjame en paz! —ordeno antes de cerrar la puerta y apoyar mi espalda en ella.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now