1. GROGUI

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Rebecca River

Nuestra historia comienza justo aquí, en el salón de clases. Siempre me siento en primera fila, puesto que me gusta escuchar bien y participar en las conferencias.

Soy algo así como la empollona del grupo, aunque en los pasillos me conozcan como la chica sexi y popular de la Universidad.

Sin embargo, cada vez que el profesor Gold cruza las puertas del salón, me pongo grogui.

Ciencias Sociales es mi materia favorita y al mismo tiempo, mi mayor tortura. Quiero escuchar, pero al enfocar la vista en sus labios mis sentidos se adormecen como si estuviera drogada y las palabras del profesor llegan a mis oídos en chino.

El estridente sonido del timbre interrumpe mis ensoñaciones, devolviéndome a la realidad.

—No olviden el informe de investigación para la próxima clase —ahora sí le escucho con claridad. El maldito timbre siempre corta mis sueños, lo odio—. No daré más plazos.

—Becca —me llama mi compañera—, si no te apuras, llegaremos tarde a las prácticas y ya sabes cómo se pone Logan.

—Sí —resoplo al traer la agria cara de nuestro supervisor a colación. No veo la hora de graduarme y tener un puesto real—, ya voy.

—Señorita River —me detengo en seco en cuanto escucho mi nombre de sus labios—, un minuto, por favor.

«¡Mierda!»

¿Y ahora qué hice?

—Espérame en la salida, Hayley —sonrío como puedo—. Ve encendiendo el coche.

Ella asiente antes de salir y en menos de un parpadeo, me quedo a solas... con mi profesor.

¡Dios! ¿Por qué demonios está tan condenadamente bueno?

¿Soy yo la única que se queda sin aliento cada vez que lo veo por más de diez segundos?

—Usted dirá, profesor Gold.

—Verá —se sienta sobre la mesa y ¡joder!, es la postura más sexi que he visto en mi puta vida—, he revisado su historial y me ha dejado bastante impresionado.

—Este... —trago saliva al sentirla espesa en mi boca. No tengo idea de cómo diablos consigo respirar—, gracias.

—Es la mejor de su año y a este ritmo, se graduará en seis meses con honores —expone mi expediente académico mientras yo me remito a pasar la lengua por mis labios secos de manera repentina—. Lo que me sorprende es ver sus notas en mi materia desde comencé a darle clases. Necesito que me diga qué estoy haciendo mal para corregirlo.

¿Qué está haciendo mal?

«¡Por Dios!»

Para empezar, debería dejar de sonreír así y no cruzarse de brazos, ni sentarse en la esquina de la mesa.

¡Se le marca todo!

—¿C...cómo? —me quedo patitiesa.

—Hasta el momento sus notas eran envidiables, así que el problema debe ser mío.

Vuelve a sonreír y... creo que las bragas se me han derretido.

—No, yo... las Ciencias Sociales siempre han sido mi punto débil y... tengo que esforzarme más.

—Vamos a hacer algo —propone en tanto cierro los ojos, rezando una oración al Señor Todopoderoso.

«Que no sea lo que estoy pensando»

Seduciendo a mi JefeWo Geschichten leben. Entdecke jetzt