Capítulo nueve

32.2K 1.7K 84
                                    


— Amy, estás impresionante —comenta Rebecca al verme.

— Es cierto —su esposo secunda la moción—. Después de mi esposa, eres la mujer más guapa de todo el salón.
El baile está en pleno apogeo. En el centro las personas conversan animadamente, mientras la maravillosa orquesta interpreta una hermosa melodía. A nuestro alrededor se encuentran numerosas mesas pequeñas y al mismo tiempo, los camareros recorren el lugar con canapés y bebidas.

Aún no he visto a Daniel, lo cual me parece algo bueno. Eloy dijo que vendría solo, pero tal vez haya cambiado de parecer.

<< De dónde escoger tiene. Cualquier mujer se sentiría más que afortunada >>, mi subconsciente hace acto de presencia.

<< Ahora no me apetece escucharte, ¿entendido? >>

<< Vamos. Ambas sabemos que mueres por verle >>

— Hola, Scott —la voz de Eloy me devuelve a la fiesta.

— Señor Gold —corresponde el saludo—. Señora.

—Por favor, llámame Becca —declara mi amiga—. Los amigos de Amy, son mis amigos —me guiña un ojo—. Debo felicitarte, te has llevado a la mejor cita de la fiesta.

—Tiene toda la razón —concuerda acercándose más a mí.

Mentalmente volteo los ojos, mientras mi fuero interno muere por gritar <<no es mi cita>>. Creo que ha sido una mala idea aceptar la invitación de Scott.

— Oh, ahí están mis padres —comenta mi jefe.

— ¡Eloy! —Escucho una exclamación y posteriormente, tengo ante mí una chica que saluda a mi jefe efusivamente.

Cabello castaño con mechas rubias en la punta, ojos verdes, muy elegante y demasiado espontánea. Rápidamente la identifico como Riley, la menor de los Gold.

— Llevas días sin visitarme —le reprocha una vez se separa de su hermano—. Hola, Becca —dice antes de abrazarla a ella también—. Últimamente no se les ve el pelo a ninguno de los dos. Tuve que secuestrar a Sugar la última vez, para sacarla a pasear.

— Esta semana te haremos una visita familiar —asegura mi amiga—. Lo prometo.

— Eso espero —advierte la castaña.

Para cuando terminan su pequeña conversación, todos los Gold se encuentran ante nosotros, incluido el dios del olimpo, cuyos ojos ambarinos se pasean de mi acompañante hacia mí y de mí hacia Scott.

Sonrío satisfecha. Mis papilas gustativas saborean rastro de victoria.

<< Chúpate esa, Gold >>

<< Pero viene solo, sin acompañante >>, añade mi jodida voz interior.

<< ¡Y a mí qué me importa! ¡Me da igual! >>

<< Sí, claro >>

— Creo que ya conocéis a Scott Lewis, de contabilidad —al parecer Eloy y Rebecca han saludado a su familia y yo atrapada en mi particular batalla interna.

— Un placer volver a verlos —el aludido estrecha la mano a cada uno. Puedo ver la lucha interna de Daniel para saludarle.

—Y esta hermosa mujer que ven a su lado —continúa Eloy. En estos momentos quiero desaparecer—, es la mejor asistente que he tenido en mucho tiempo y recientemente, autora de nuestra editorial.

— Un placer conocerlos, Amanda Roldan —saludo a cada uno, dejando a Daniel de último—. Señor Gold…

El sujeto estrecha mi mano, un poco fuerte. Por unos segundos nos miramos fijamente. Podría quedarme contemplando sus ojos toda la vida: dos esferas doradas brillan como si fueran oro líquido; es fascinante, exótico, cautivador. Jamás había visto un color igual y si le sumas la intensidad con la que observa…, es un fenómeno arrollador.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now