Capítulo trece

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6 de mayo de 2018

Me toma fuertemente de las manos, intentando transmitirme esa fuerza que le caracteriza.

— ¿Tienes miedo? —pregunta dudosa.

— A tu lado, nunca —respondo—. Solo no sueltes mi mano, ¿de acuerdo?

Ella asiente con una enorme sonrisa.

— Sigo pensando que no debiste venir —replica—. No es bueno para el bebé —desvía su mirada hacia mi vientre.

— No podía dejarte sola —intervengo—. Alguien necesita mantenerte a raya de los problemas.

— Y tú te sacrificas sin inconvenientes —se burla.

Sabe que la acompaño porque quiero. Comenzamos este movimiento juntas y así terminaremos.

— Sin dudarlo —contesto—. Además, mi hijo debe aprender a luchar por sus ideales desde pequeño.

Intento bromear. Sin embargo, no puedo evitar el temblor en mi voz. Estoy asustada, pero ella me enseñó a defender mis ideales.

Nota mi temor. Me conoce mejor que nadie.

Aumenta la presión sobre mi mano—. Todo estará bien —afirma—. Nunca dejes de luchar por lo que crees correcto, Amy. ¿Lo prometes?

Le doy un fuerte abrazo. Ella me acaricia la espalda, luego sonríe y baja la mano hacia mi vientre.

— Prometido —respondo finalmente.

— Serás una madre estupenda —comenta.

— Y tú una tía consentidora —replico.

— Que no te quepa la menor duda. Será un bebé muy amado. No necesita un padre. Nos tiene a nosotros.

— Lo sé.

— ¿Lista?

Asiento y juntas nos lanzamos a la calle entre la multitud.

Por horas todo marcha según lo planeado. Ese día, la ciudad escucharía nuestra voz y temblaría ante nosotros.

De repente, escucho un ruido ensordecedor. El caos se desata en aquel lugar: todos corren de un lado a otro, en medio del fuego cruzado.

La busco con la mirada, pero su mano ya no sostiene la mía. Ha desaparecido delante de mis ojos. A lo lejos, escucho los gritos, el ruido de los disparos. El olor a sangre me produce náuseas. La pila de cadáveres me rodea, pero yo solo puedo centrarme en buscarle.

— ¡Violeta! ¡¿Violeta?! —La llamo una y otra vez, hasta destrozar mis cuerdas vocales.

El brazo derecho me arde. Mi cuerpo se estremece ante el dolor que siento en el bajo vientre. Sin embargo, solo puedo pensar en ella; en Violeta.

Siento un fuerte tirón, junto a una voz que me llama—: ¡Amy!

— ¡Violeta!

— ¡Amy! ¡Despierta! ¡Amy!

La habitación se encuentra en total oscuridad, únicamente iluminada por la lamparita de noche al lado de la cama. Por unos instantes, observo a mi alrededor confundida.

— ¡Violeta! —jadeo.

— Ha sido una pesadilla —me abraza.
Su inconfundible aroma me trae de vuelta a la realidad.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now