Capítulo veinticuatro

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31 de octubre de 2018

Cierro los ojos y disfruto del sonido del aire golpeando mis rostro. El clima es super agradable; los primeros indicios del invierno comienzan a dejarse ver.

Es maravilloso regresar a este lugar.

— ¿Feliz? —inquiere mi chico.

— Muy feliz —especifico.

— Te prometí que regresaríamos.

— Y has cumplido tu promesa —alego—. ¿He mencionado que adoro Madrid?

— Un par de veces.

Sonreímos al mismo tiempo.

Vega González nos recibe con una enorme sonrisa, como es habitual. Gesto que amplía un poco más al ver la mano de Daniel entrelazada con la mía.

— Daniel —saluda a su superior—. Veo que vienes muy bien acompañado. Siempre es un placer volver a verte, Amy.

— Hola, Vega —correspondo el saludo—. Lo mismo digo.

— ¿Cómo estás, Vega? —le saluda mi sexy magnate—. Te doy toda la razón; no podría estar en mejor compañía. ¿Recuerdas a Emma Tales y Camille Preston? —señala a las mujeres situadas detrás de nosotros.

— Por supuesto —responde—. Editora de Romance y tu asistente —reconoce—. ¿Estoy en lo correcto? —todos asentimos—. Siempre es un placer ver a tan hermosas damas —señala y les saluda con toda la galantería del mundo.

Sigo manteniendo el criterio de que Vega González es de mis personas favoritas. En su juventud debió haber sido todo un galán.

— Emma y Camille también intervinieron en la captación de la autora —diserta Daniel—. Aunque fue Amanda quien logró tal hazaña.

— No es cierto —replico. Mis palabras logran llamar la atención de todos y observarme en desacuerdo. Me sonrojo inconscientemente—. Bueno, solo le di el empujoncito que faltaba para convencerla.

— Estoy seguro de ello —asegura el señor González.

— ¿Cómo está nuestra escritora amatéur? —inquiero ya en el camino.

— Nerviosa —responde el madrileño—. Muy nerviosa. Pero es realmente talentosa, un soplo de aire fresco. Fueron acertados en contratarla. Gracias por cedérnosla a nuestra sucursal.

— Agradécele a Amanda —interviene mi jefe—. Prácticamente hizo todo el trabajo.

Resoplo y volteo la mirada. No dejará de molestarme con eso.

>> Deja de voltearme los ojos o no respondo —advierte en un susurro.

— Deja de alabarme o me vas a conocer —refuto en el mismo tono.

— Me parece que ya te conozco lo suficiente —percibo la excitación en su voz.

Mi cuerpo reacciona al instante.

— Para, por favor —mi voz es apenas audible.

No puedo evitar mirar a nuestro alrededor.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now