Capítulo veinte

26.6K 1.3K 80
                                    


2 de junio de 2018

Sin vacilación alguna, me dirijo directamente hacia nuestra mesa. Cada vez que venimos aquí nos sentamos en el mismo lugar. Una enorme sonrisa se instala en mi rostro, al verle sentado esperando por mí.

— Hola —le saludo con un beso fugaz en los labios—. ¿Llego tarde?

— Para nada. Llegas justo a tiempo, cariño.

De pronto, un montón de gente se encuentra frente a nosotros. Nuestras familias, amigos…, absolutamente todo el mundo está aquí. Incluso Priscila Gold tiene una enorme sonrisa en su rostro.

— ¿Daniel? —escudriño el ambiente confundida—. ¿Qué sucede?

— Amy —me toma de las manos—. He querido hacer esto desde el momento en que te conocí —inesperadamente, saca de entre su bolsillo una pequeña cajita—. Amanda Roldan —abre la caja dejando ver un hermoso anillo de diamantes—, ¿quieres casarte conmigo?

Silencio…

Mi cuerpo se paraliza por completo. Su petición me toma por sorpresa, pero al mismo tiempo me enternece. Me ha pedido matrimonio. Ahora podré ser feliz a su lado. Quiero responder su pregunta, pero mis labios permanecen sellados, mi cuerpo se niega a reaccionar.

<< No puedo hacerlo >>

— Amy, responde, por favor —pide exasperado—. ¿Amy? —<<Silencio>>.

Él sigue llamando mi nombre.

— ¡Amy!

— Mmm… —murmuro.

— Despierta, dormilona —susurra en mi oído.

Sus palabras me hacen saltar de la cama de repente.

<< ¿Estaba soñando? >>

<< ¿Era todo parte de mis fantasías? >>
— ¿Estás bien? —pregunta.

— Sí —respondo con una enorme sonrisa.

Todo parecía tan real… Casi podía palpar el anillo con mis dedos.

<< ¡Despierta, Amy! >>, me reprendo.

— Sonreías dormida —menciona—. ¿Un sueño agradable?

— No te haces una idea de cuánto —manifiesto provocativa.

Él sonríe—. ¿Soñabas con alguien en particular? —Continúa su ronda de preguntas.

— Mmmm… —me hago la interesante—. No lo recuerdo.

Sin poder predecir sus movimientos, salta sobre mí y me estampa contra la cama, dejándome atrapada entre sus brazos.

— Eres una pequeña provocadora —musita pegado a mis labios.

— Tu provocadora —subrayo el pronombre posesivo.

— Mía —sin preparación previa se introduce en mí—. Solo mía.

***

— ¿Lista? —pregunta desplazando su mirada por mi cuerpo, de arriba hacia abajo.

— ¿No desayunamos? —inquiero dubitativa.

— Solo café —me tiende una taza con el humeante líquido—. Hoy desayunamos fuera.

— Vaya —comento—. Eso sí es una novedad.

Seduciendo a mi JefeWhere stories live. Discover now