Francio

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Nanami Marguerite sabía que ese no era realmente su verdadero nombre.

Pese a que en la escuela todos la llamaran Mary cariñosamente, ella nunca pudo acostumbrarse a ese nombre.

Aunque nació en Francia, jamás se sintió francesa, por más que amara el país donde creció toda su vida. Simplemente anhelaba y amaba más a Japón, por más que nunca pudo ir.

Al mirarse al espejo y su cabello rubio, se sentía como si fuera una muñeca falsa. Sus ojos azules siempre irradiaban tristeza al ver su reflejo.

A la tierna edad de diez años, ya era consciente de muchas cosas. Y se daba cuenta de lo triste que era vivir una vida donde casi todo era falso.

Porque, por más que Ryusui y Francois la habían criado con todo su amor, y que todo el mundo creyera que era su hija, ellos en verdad no eran sus padres. Lo sabía.

Ella no se llamaba Nanami Marguerite. Su nombre era Ishigami Tsukiku. Y sus padres no eran quienes la criaron, el millonario japonés Nanami Ryusui y su esposa (ex mayordomo) Francois. Sus padres se llamaban Ishigami Senku y Kohaku.

Los recordaba. Aunque era un recuerdo muy lejano y borroso, recordaba a su mamá y papá verdaderos. Sus rostros, sus ojos, sus cabellos, sus sonrisas. La forma tan amorosa en la que la miraban...

Recordaba que un día se fueron y no los volvió a ver.

No es como si Ryusui y Francois quisieran engañarla. Ellos admitían no ser sus padres, pero siempre le recalcaron la importancia de que todos debían pensar que sí lo eran. Tampoco es que pudieran mentirle y decir que si eran sus padres, ya que cada tanto se encargaban de teñirle el cabello de rubio para que no se notara tanto lo innegablemente parecida que era a su padre biológico. Ella los amaba más como a sus tíos que como a sus padres.

No le dijeron por qué sus padres la dejaron... solo que tenían un asunto muy importante que resolver y que sería peligroso tenerla con ellos.

Y también le dijeron algo que le devolvió la esperanza:

—Ellos volverán por ti.

Y Tsukiku esperó por ellos. Cada vez que cumplía años, o en Navidad, siempre esperaba que de alguna forma, en algún momento... ellos llegarán de la nada y la abrazaran.

Cuando cumplió diez, empezó a tener dudas.

¿Por qué tardaban tanto en volver?

Estaba segura de que la última vez que los vio tenía tres años. Entonces desde hace siete años que la abandonaron...

Y no podía evitar preguntarse si de verdad volverían...

¿De verdad la querían? ¿O acaso... se habían olvidado de ella?

De más pequeña solía llorar por largo rato abrazada a su tío Ryusui, preguntando cuándo iban a regresar sus padres. Al ir creciendo, se decidió por llorar en silencio en su habitación cada vez que extrañaba a sus padres. A veces sollozaba tan fuerte que Ryusui y Francois se daban cuenta y entraban a consolarla. Y era lindo tenerlos a su lado, pero ella quería a sus padres.

Ahora mismo... no estaba muy lejos de cumplir los once años. Y había decidido dejar de preguntar por ellos. Y siempre que los recordaba intentaba reprimir las lágrimas. Si ellos la habían olvidado... quería olvidarlos también.

Pero... siempre había cosas que le recordaba a ellos. Cuando la abrazaban, cuando besaban su frente, cuando se veía al espejo... los recordaba a ambos. Cuando olía ciertas flores, o escuchaba ciertas canciones de cuna... o cuando reía hasta que le dolía la cara, pensaba en su madre. Cuando veía un rojo muy intenso, cuando comía ramen, cuando escuchaba una risa parecida a la suya... pensaba en su padre.

Tabla Periódica SenHakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora