Lantano

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Había algo muy curioso en los humanos.

Kohaku siempre los observaba con curiosidad desde su ventana, preguntándose sí pensaban igual que los deleyevios.

—Son inferiores a nosotros. —Su padre siempre la apartaba de la ventana cuando la veía—. Tenían este planeta en ruinas cuando lo invadimos, les hicimos un favor al conquistarlos. Se habrían extinguido en unas cuantas décadas sin nosotros.

—Aunque digas eso, nosotros no teníamos mucho mejor a nuestro planeta. —Ruri, que había estudiado mucho de la historia de ambos planetas, intervinó con voz suave—. Deléyev estaba al borde de perder su atmósfera cuando abandonaron el planeta. Y no estoy de acuerdo con el trato que le dan a estas personas. Son tan inteligentes y sensibles como nosotros.

—Claro que no son tan inteligentes como nosotros, Ruri. Ni siquiera habían aprendido a aprovechar los recursos de su propia luna. —Su padre cruzó los brazos tercamente—. Y se les trata bien, a pesar de lo desagradables que son. Ya hasta han permitido los matrimonios entre deleyevios y humanos, por desgracia. ¿De qué te quejas? —Se marchó lejos de la ventana que daba al pueblo humano.

—Sabes de qué me quejó, padre. Esas horribles "olimpiadas" que son más una burla a su cultura, su historia y su inteligencia. Los encierran y los obligan a resolver problemas para nuestro entretenimiento, todo solo por dinero. Y si fracasan deben entregar todas sus pertenencias y son enviados a servir en la milicia. ¿Acaso eso te parece correcto? —Su padre se mantuvo en silencio y Ruri miró a Kohaku—. ¿Tú también crees que es horrible, no?

—Sí, pero no es como que nadie los obligará. —Kohaku encogió los hombros—. Si son tan tontos para aceptar algo que ningún deleyevio aceptaría, no creo que sean tan listos como nosotros.

—Nuestra educación es diferente, tenemos mejores condiciones de vida —insistió—. Además, si somos tan crueles como para permitir algo así, dudó que tengamos derecho a creernos la especie superior.

—¡Suficiente, Ruri! —El grito de su padre hizo a ambas adolescentes encogerse en sus sitios—. Pertenecemos a la realeza deleyevia, actúa con orgullo por tu sangre y especie.

Ruri no dijo nada, pero bajó la cabeza. Kohaku miró con rabia a su padre.

—No deberías gritarle. Solo ha dicho su opinión.

—No empieces, Kohaku, no creas que no te he visto mirar con anhelo al pueblo humano todos los días. Sé que también sientes simpatía por ellos.

—Me dan curiosidad, hacen cosas muy extrañas. —Sonrió honestamente—. Ja, de todos modos, no es nada ilegal. ¿Por qué los odias tanto? No te han hecho nada.

Su padre se quedó en silencio, llamando la atención de ambas, que vieron con confusión sus puños firmemente apretados.

—Creo que ya es hora de que lo sepan... La reina se va a casar con una de esas... cosas.

—¡¿Qué?! —Eso las tomó completamente por sorpresa.

—El asqueroso humano se convertirá en rey. —Chasqueó la lengua—. Y su hijo bastardo se volverá el heredero. ¡Un humano heredero! ¡Ese puesto debería ser de ustedes! ¡De MIS hijas! ¡Mi sangre! ¡No esa asquerosa sangre humana! —Estrelló un puño en la pared del pasillo—. Es inaceptable, todo el mundo está en contra de la decisión de la reina Lillian, pero no hay nada que se pueda hacer, las leyes lo permiten y los emperadores también están de acuerdo. —Las miró resignado—. Quedaron oficialmente fuera de la línea del trono.

Las hermanas intercambiaron una mirada y prefirieron no decir nada hasta que estuvieron a solas en el balcón que conectaba sus habitaciones.

—Yo nunca quise el trono. —Ruri no le dio mucha importancia—. Y en realidad estoy feliz por esta noticia. Estoy segura de que esto traerá más igualdad. —Sonrió esperanzada por un mundo mejor.

Tabla Periódica SenHakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora