Extra: Alina

165 14 2
                                    

Desconocida

Él es mi hermano menor

Miedo.

Terror.

Una emoción tan escalofriante que te somete hasta lo impensable, que te gobierna la mente hasta que te convierte en otra persona, en una copia barata de lo que pensabas que era, una copia inseguro y paranoica, hasta que todos tus miedos se hacen realidad y ya no puedes hacer nada para controlarlo.

Miedo era lo que sentía cada vez que me asomaba a la venta y veía una sombra en medio de la calle. Miedo era lo que sentía siempre que caminaba hacia la universidad y un silbido me acompañaba. Miedo era lo que sentía cada vez que sentía una mirada puesta en mí. Miedo era lo que sentía cuando despertada en medio de la noche por sus susurros.

Terror. Terror fue lo que sentí cuando desperté un día en una casa que no conocía. Atada de manos y de pies, con una toalla asquerosa cubriendo mi boca y una oscuridad gobernando mis sentidos. No podía escuchar ni ver nada, era como estar suspendida en un limbo del infierno. No sabía si estaba dormida. No sabía si estaba vida, porque no había nada en ese lugar. Lo único que se escuchaba era mi corazón bombear con fuerza y mi respiración tratando de controlarse por el llanto que quería llenar el lugar.

Y así estuve, por varias horas... O días, no lo sé, porque no sabía con certeza cuando me raptaron o cuánto estuve dormida. No sabía nada, excepto que el mounstro que veía en las noches y se había vuelto mi sombra era real. Sabía que era él y mis sospechas se confirmaron cuando un día, la luz lleno en lugar, mostrando un sótano, sucio y abandonado, llenos de cajas rotas y herramientas oxidadas. No había ventanas, solo una escalera frente a mi la cual terminaba en una puerta de madre, la cual estaba siendo cubierta por un hombre.

El llanto se atoró en mi garganta y trate todo lo que pude de no llorar, pero era imposible cuando lo único que me alimentaba en mi secuestro era el miedo. El hombre bajo las escaleras y trate de presionarme contra la pared, pero lo que me tenía sujeta se apretó más y solté un gemido de dolor y un sollozo de miedo cuando sus pies tocaron el piso de cemento.

Trate de ver quién era, pero no había suficiente luz para eso. Solo podía ver su vestimenta negra y su estatura, una que sobrepasaba mi metro sesenta. Yo era pequeña y era muy manipulable, lo que me tenía temblando del miedo por lo que pudo haber hecho conmigo mientras estaba inconsciente.

Ese conocimiento creó una nueva ronda de temor y los llantos que salieron de mí eran interminables. Quería callar, pero era imposible, más cuando el hombre se agachó y me dejó ver su rostro.

No lo conocía.

No sabía quién era.

Pero, no me lo esperaba.

Llore más fuerte y el me dió una sonrisa que me calo hasta los huesos. ¿Que tan enfermo debía estar? ¿Que problema tenía?

-Hola, Alina.- grite ante mi nombre, saliendo todo distorsionado por lo que cubría mi boca y el me dió una sonrisa más grande y tenebrosa.- Por favor, no grites que no te estoy ocasionando ningún daño físico, así que si quieres que siga así es mejor que cierres tu boca, porque no soporto los gritos.

Mordí mi labio con fuerza hasta que probé la sangre. Traté de no llorar. Dios sabe que traté, pero no podía parar. Los sollozos se volvieron hilos y sentía como si mi respiración me fallara.

-Callate, Alina. Anda, es por tu bien. No quiero hacerte daño.- su voz era tan pasiva, como la voz de un poeta y eso era lo que me daba más miedo, porque los mayores psicópatas de todos eran así, capaces de manipular con palabras suaves y sonrisas bonitas. Su manos fueron a mi rostro y sacaron la mordaza, dónde no pude evitar pedir por mi vida.

Divina Obsesión (+18) CompletaWhere stories live. Discover now