Cap. 12

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Pasamos lo que queda de la mañana siguiendo la lista de mi futura suegra, pero seguimos pensando que esos restaurantes no son de mi gusto y que todos son exactamente iguales. Sigo sin tener un lugar en el que celebrar el día más bonito de mi vida.

¡Es tan estresante!

Ya sé que solo llevamos un día, pero me estresa no tenerlo todo bajo control, todo lo que esté fuera de mis manos me causa incertidumbre.

Por último, le he pedido a Liam que vayamos a visitar uno de los lugares que yo tenía apuntados en mi lista.

Quiero salir del aburrido y monótono gusto de mi futura suegra.

El restaurante me parece tan bonito, que quiero al menos echarle un vistazo, y si hay suerte, estaré más que feliz de que sea el lugar donde se celebre mi boda. 

Nos subimos en el coche y conducimos un poco a las afueras de la ciudad, y en menos de media hora, nos encontramos delante del bonito restaurante.

Me bajo del coche y me quedo impresionada.

Es tan bonito como aparenta en las fotos de Google.

- Así que este es el restaurante que realmente te gusta. - Liam lo mira con una pequeña sonrisa.

- Me parece precioso, aunque lo que me interesa no es el edificio, sino los jardines. - digo mirando hacia la parte de atrás, que está vallado con láminas de madera oscura. - Quiero hacer una boda de noche, una cena como banquete. Ya sé que es extraño e informal, pero al acercase el verano, hace buen tiempo y apetece estar en el aire libre. - 

- Creo que es una idea muy buena, estoy seguro que cuando tengas el restaurante, te vendrán un montón de ideas increíbles. ¿Qué te parece si hacemos un recorrido por los jardines? -

- Me muero de ganas. - me tapo la boca con las manos, de la emoción.

Liam me toma de la mano para guiarme hasta los bonitos jardines, que sin duda son como los imaginé.

El suelo está cubierto de césped fresco, y grandes carpas en forma de triangulo, semejando tiendas de indios de color totalmente blanco, pero dejando un espacio de aproximadamente de dos metros entre tela y suelo.

En cada carpa hay dos mesas circulares, para los invitados, decoradas con luces y flores.

De noche debe ser un espectáculo visual, de eso no tengo dudas. 

Abro los ojos de alegría, mientras la boda de mis sueños se perfila frente a mi.

- ¡Es precioso! Podemos poner el altar allí, cerca del pequeño lago, y los invitados pueden cenar aquí, cada carpa puede estar mezclada con las dos familias, ¿Tú que opinas, Liam? -

Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no está, no está en ninguna parte.

- ¿Liam? ¿Dónde estás? -

- ¿Tienes miedo, Zoe? -

Pego un grito al girarme, y ver que Liam sale de detrás de una gran fuente.

- ¡Casi me das un infarto! ¿Qué estabas haciendo allí? - no puedo parar de agarrarme el corazón, creo que de un momento a otro, se me saldrá del pecho. 

- Ven y míralo tú misma. -

Me acerco a su lado y me fijo en la gran fuente, que consta de un ángel y una hada.

El chico agarra a la chica por la cintura y con las alas levantadas parece que vaya a levantar el vuelo en cualquier momento, mientras ya tiene una pierna en el aire.

La chica también tiene las alas levantadas y se tapa el pecho, ya que solo la cubre una fina tela.

- ¿Quiénes son? - pregunto con curiosidad.

- Ellos son Dafne y Eros, dos ángeles enamorados, aunque su historia es muy enrevesada. -

- Me encantaría oírla. -

Liam me mira por un segundo para volver la vista a la gran fuente.

- Hace muchos años, un rey quedó viudo, su pena fue tan fuerte, que los dioses le mandaron una nueva esposa con la que casarse, y así, tener su última hija, ya que el rey contaba con dos hijas más. Las tres eran bellísimas, pero la belleza de la pequeña Dafne resaltaba por encima de sus hermanas mayores, es probable que fuese gracias a que ella era una diosa en un mundo de mortales. La admiración fue tanta, que reyes y príncipes de países lejanos fueron a visitar a la joven princesa para admirar tal belleza, la adoraban como si fuera la reencarnación de la diosa Afrodita. La misma diosa del amor se da cuenta que está dejando de ser popular para los hombres, y ante el ataque de celos, envía a su hijo, Eros, para que intercediese y pusiera fin a semejante ofensa. La idea era que Eros le lanzase una flecha y así ella se enamorase del hombre más horrible y ruin que pudiese existir. Parece que la historia no le salió bien a Afrodita. A Dafne la belleza no le había traído ninguna felicidad, ya que muchos hombres la idolatraban, pero ninguno le pedía la mano, y eso empezaba a preocupar a su padre, que ya había casado a sus hermanas mayores. Con esta preocupación, los padres no tuvieron más alternativa que orar al Oráculo. Lejos de encontrar consuelo, el Oráculo les predijo que Dafne se iba a casar en la cumbre de una montaña con un monstruo de otro mundo. Como nadie le podía llevar la contraria al Oráculo, Dafne aceptó su destino y sus padres la llevaron a la cima de una montaña, mientras lloraban, la abandonaron. Allí se encontró con Céfiro, que con una gran sonrisa la elevó hacia las nubes y la dejó en un gran valle con césped verde y suave. Dafne que estaba cansada por tantas emociones, calló en un profundo sueño y al despertarse, se encontró en el jardín de un gran palacio, al entrar dentro, unas voces la guiaron y le comunicaron que este palacio le pertenecía y que le servirían. Al atardecer, notó una presencia a su lado: era el esposo del que había hablado el Oráculo, ella no lo vio, pero no le pareció tan monstruoso como se imaginaba. Su voz era suave y amable, y le hacía sentir segura y confiada, pero él jamás le dejó que ella viera su rostro y le advirtió que si lo hacía, él se marcharía para siempre. Así fue, durante el día Dafne permanecía sola en el palacio, y por la noche su marido se reunía con ella. Tras muchas súplicas, su marido accedió y pidió a Céfiro que la llevase a la cumbre de la montaña donde la habían abandonado. Desde allí Dafne iría caminando a casa. Todos la recibieron con gran alegría, pero sus hermanas cuando la vieron tan feliz, no pudieron ocultar su envidia y no pararon hasta que la pobre Dafne les confesó que jamás había visto a su marido. Sus hermanas con sed de ponzoña, no pararon hasta ponerle en la cabeza a la joven hermana de la necesidad de descubrir quién era su marido. Su plan era el siguiente, Dafne debía ocultar una lámpara y durante la noche, mientras él dormía, prenderla para así ver su rostro. Y así lo hizo. Dafne volvió al palacio en el que vivía con Eros y siguiendo el plan de sus hermanas descubrió que su marido era un joven de gran belleza. Emocionada por el descubrimiento le tembló la mano que sostenía la lámpara, dejando caer una gota de aceite hirviendo sobre su amado. Al sentirse quemado Eros, ese era el monstruo cruel que tenía por marido y al que se había referido el Oráculo, se despertó y cumpliendo su amenaza huyó en el acto para no volver jamás. Sola y desamparada, sin la protección de Eros, Dafne se dedicó a errar por el mundo perseguida por la cólera de Afrodita que seguía indignada ante tanta belleza. Ninguna divinidad la quiso acoger y finalmente cayó en manos de la diosa que la encerró en su palacio y le atormentó de todas las maneras posibles. Hasta le hizo descender a los infiernos en busca de un frasco de agua de Juvencia que debía entregar sin abrir. La curiosidad pudo nuevamente con Dafne y cuando abrió el frasco quedó sumida en un profundo sueño cual bella durmiente. Mientras tanto Eros sufría enormemente pues era incapaz de olvidar a Dafne. Cuando supo que estaba sumida en un sueño mágico no lo pudo soportar más, voló hacia ella y la despertó de un flechazo; después subió al Olimpo para rogar a Zeus que le permitiese casarse con ella aunque fuese medio mortal. Zeus se compadeció de Eros y otorgó la inmortalidad a Dafne, convirtiéndola en otro ángel. Después apaciguó la cólera de Afrodita y ordenó el casamiento de Eros y Dafne, que duraría para siempre. -

Yo no podía dejar se escuchar esta bella historia, sin duda, una de las más bonitas que he oído en mi vida, y que pega a la perfección con la temática de un jardín de bodas. 

Al abrir los ojosWhere stories live. Discover now