Cap. 24

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Las palabras de Liam me dejaron profundamente inquieta. ¡Y lo peor de todo es que tiene razón!

A veces ni siquiera estoy segura de querer casarme con Elian. Es una persona que toma las decisiones por él mismo, sin prestar atención a mi propia opinión, tampoco tiene tiempo para nosotros, ni para hablar de cosas tan básicas, y menos las privadas.

Resumiendo, creo que no me aporta absolutamente nada a mi vida.

- ¡Zoe! ¡Espera! - grita Liam, mientras viene corriendo hacia mi, junto a Cristal.

- ¡Aléjate de mí! - grito entre lágrimas.

- ¿Alguien podría decirme que está pasando? - Cristal parece absolutamente desubicada.

Al bajar la vista, veo que ella lleva dos bolsas enormes. 

- Te compramos el vestido, Zoe. Los empleados nos dijeron que vuelvas un día para arreglar el desperfecto y para comprobar que todo está a la medida. Este era el que querías, ¿Verdad? - habla Cristal con cautela.

- Gracias, pero yo... -

En ese momento, la puerta de una panadería a unos metros de nosotros se abre de golpe, y una mujer sale corriendo, aparentemente aterrada.

Un hombre corpulento la sigue, gritando y haciendo aspavientos con los brazos, completamente enfadado. Lleva un café en la mano, que tira encima mío, para desprenderse del objeto y correr hacia la mujer.

- ¡Me las pagarás! - grita furioso, parándose a pocos metros de nosotros, parece que la mujer ha desaparecido entre el gentío.

- ¿Pero qué se supone que estás haciendo? - pregunto con ira, al verme toda la ropa llena de salpicaduras de café. 

El hombre golpea el puño contra su palma, y corre hacia lo que parece que es su objetivo.

- ¡Dios mío! ¡Va a pegar a la mujer! - grita una chica que está sentada en una mesa.

En acto de reflejo, salgo corriendo para impedir que el hombre haga algo de lo que se pueda arrepentir más tarde. Sin medir las consecuencias de mis actos, y sabiendo que puedo salir herida por una historia en la que no tengo nada que ver.

Le agarro del brazo y hago que se detenga.

- ¡No sé que te ha hecho, pero si la agredes no solucionarás nada! - casi no puedo ni respirar.

- ¡Oblígame! - el hombre está completamente ido por la rabia. 

El hombre me agarra del brazo, y trata de apartarme con un empujón.

Parece que por fin podré poner en práctica mis clases de defensa personal a las que mi madre me apuntó cuando empecé la secundaria. Espero no haber olvidado los movimientos básicos, aunque también lo usaré para descargar un poco de rabia interior, que no me viene nada mal.

Me preparo y estiro el brazo, para darle un gran puñetazo en el ojo, lo que hace que él se aparte de mi, quejándose del dolor, con las dos manos pegadas al ojo dolorido.

Oh, parece que no se me ha olvidado golpear, creo que tendría que hacerlo más a menudo.

- ¿Cuál es tu problema, niña? - pregunta medio encogido. 

- Tú eres mi problema. Los hombres como tú, que creen que pueden salirse con la suya. ¡Ese es mi problema! ¿Quieres que siga? - me posiciono para darle otro puñetazo, aunque me quedo inmóvil.

Una pequeña multitud se reúne a mi alrededor, para animarme.

- ¡Dale en la nariz! -

- ¡Se lo merecía! -

Al abrir los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora