LLEGADA

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Si había pensado por un instante que mi madre me diría que no podrían venir porque mi padre tenía mucho trabajo, es que era una completa ilusa

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Si había pensado por un instante que mi madre me diría que no podrían venir porque mi padre tenía mucho trabajo, es que era una completa ilusa. Ya sabía yo que doña Efigenia estaría dispuesta a venir ella solita si hacía falta, pero en este caso agarraría de las orejas a mi padre a pesar de que tenían bastante faena en esta temporada.

A pesar de que mi hermana fuese reina y de que pudiera otorgarnos una vida mucho más privilegiada, ni mi padre había renunciado a su trabajo, ni nos habíamos mudado de casa, sino que habíamos continuado el estilo de vida que teníamos hasta ahora esperando llevar una vida completamente normal a pesar de que ella perteneciera a la realeza.

Y de que mi sobrino Adolph que a su vez era el nieto de mis padres, fuese un príncipe y futuro rey soberano de Liechtenstein

Dicho así suena soberbio, pero con el tiempo nos parecía tan natural como tener a Bohdan, un monarca de pies a cabeza, comiendo en la mesa del salón donde cada día lo hacíamos nosotros.

Aún recuerdo la primera vez que Bohdan visitó el pueblo para las bodas de oro de mis abuelos y llevó el mismo a la abuela al altar o cuando mis primos le hicieron meterse en un abrevadero y vino empapado de pies a cabeza. ¿Si fuese allí con Alexandre terminaría igual? Mi intuición me decía que si, así que mejor que no pisara el pueblo.

Ni siquiera sabía porque pensaba en ello, quizá porque la mera idea de que mis padres visitaran Bélgica hacía que todo aquello tomase un rumbo mucho más real, mucho más tangible que la simple idea de admitir que estaba allí de paso y que podría hacer de toda esta historia un simple recuerdo.

¿Un recuerdo? Quizá soy demasiado optimista si espero que la gente me olvide con el tiempo.

En la semana y media que había transcurrido desde que Alexandre me indicó que mis padres visitaran Bélgica, había pensado en cancelar su visita ciento trece veces —para ser exactos—, pero al final no había encontrado ningún pretexto adecuado, quizá porque para ser sinceros, me apetecía ver las caras de las tres prendas lerenlas de palacio cuando aparecieran.

En el transcurso desde el incidente en la sauna no había tenido ningún otro altercado, pero es cierto que tenía a un tiarrón super cachas de esos imponente como los que trabajaban en los pubs de alterne que me perseguía a todas partes.

Si no fuera porque Alexandre era era la personificación de Zeus y Poseidón en la cama, me habría visto en una encrucijada con semejante musculamen persiguiéndome a todas partes.

Aunque he de confesar que guapo, lo que se dice guapo, no es que fuera. Eso sin contar que a mi los tíos excesivamente cachas no me molaban, a mi me gustaba más...

Alexandre.

Empezaba a tener un problema bien gordo con ese Dios belga.

Solo Eloise sabía que mis padres vendrían a pasar unos días en palacio y que en aquellos momentos estarían precisamente en camino desde el aeropuerto.

Estaba nerviosa y ni siquiera sabía porqué, después de todo eran mis padres y aunque no conocían a Alexandre realmente, le habrían visto por televisión, noticias, prensa, etc. Es más, igual hasta le recordaban vagamente de la boda de Celeste.

Cosa que dudaba, pero seguro que mi madre se habría encargado de difundir que ya se había olido en la boda el supuesto flechazo.

Conociéndola, hasta habrá dicho que fue testigo y todo.

El caso es que fuera como fuera, mis manos sudaban, quizá porque no quería que se hicieran ilusiones con aquello o tal vez porque no quería que se sintieran acomplejados... aunque eso resultaba una absurdez puesto que mi hermana era reina y visitaban con relativa frecuencia el palacio de Liechtenstein.

Vi como entraba el coche oficial, había esperado poder ir al aeropuerto en persona, pero Helia mencionó que era mejor esperar en palacio a su llegada porque habría demasiada prensa que esquivar, sin embargo sin mi aparición todo transcurriría más calmado. Ya habría tiempo de hacer una visita oficial por Bélgica que ya estaba programada solo para dejarnos ver junto a mis padres y transmitir una sensación de estabilidad y normalidad en nuestra familia.

Ya verán la normalidad dentro de cuatro meses cuando me largue de este país.

Sinceramente, habría deseado que Celeste y Bohdan estuvieran allí para mitigar un poco las ocurrencias de mamá, pero Adolph había cogido un virus estomacal que se lo había transmitido a toda la familia y era impensable que asistieran.

Un virus estomacal me habría venido ahora mismo de perlas.

Y es que no quería ser consciente de la realidad, del porqué realmente no había deseado que mis padres vinieran, de la verdadera razón porque me negaba a que asistieran. No eran las ocurrencias de mamá, menos aún que pudieran alegar algo en contra de mis orígenes humildes o de que se sintieran incomodos con las tres gárgolas vivientes que dudaba estuvieran en silencio. No, en realidad nada de aquello me importaba porque realmente lo que me preocupaba era la impresión que pudiera tener Alexandre de ellos.

Y mis padres de él.

Aunque eso no debería preocuparme, porque... ¿No me marchaba en cuatro meses?

No dejaba de repetírmelo constantemente, sobre todo cada vez volvía en sí después de haber alcanzado la cima del placer en brazos de Alexandre.

No... mejor piensa en otra cosa Adriana o vas a liarla y tus padres van a verte la cara en dos minutos.

Baje las escaleras en solitario, Alexandre llegaría para almorzar con nosotros y hacer las debidas presentaciones, eso me daba margen suficiente para enseñarles el palacio, su habitación y explicarles un poco el programa.

Mi madre ni siquiera esperó a que le abrieran la puerta, sino que Salió del vehículo y empezó a señalar con la cámara del teléfono todo, incluyéndome a mi.

Esto... ¿Hola?

 ¿Hola?

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De Plebeya a Reina Where stories live. Discover now