GEN ANOMALO

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Me llevé la mano inmediatamente a la boca para evitar dar un grito y alertar a Alexandre que seguramente se encontraba en la habitación de al lado

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Me llevé la mano inmediatamente a la boca para evitar dar un grito y alertar a Alexandre que seguramente se encontraba en la habitación de al lado.

Mierda.

¡Mierda en mayúsculas!

¡Joder!, Tenía sospechas si... pero escucharlo de la propia voz de Eloise era demasiado para mi cerebro así que me dejé caer en la cama lentamente porque de lo contrario me habría caído al suelo.

¿Habría sido él personalmente el que vertió la sustancia en la jarra de agua?

Analicé las palabras de Eloise que mencionaban que se había asegurado de que no sucediera de nuevo y me parecieron demasiado similares a las dichas a Helia en aquella amenaza.

Tuvo que ser ella quien entrara en mi habitación. Además, nadie habría sospechado de ello porque era algo habitual.

¿Cómo pude pasarlo por alto? Tal vez había tenido alguna sospecha por su comportamiento, pero al fin y al cabo ella no se beneficiaba de la pérdida, sin embargo existían personas directas que si lo harían, pero estaba claro que Helia debía obtener su recompensa de algún modo o no cometería aquel delito sin nada a cambio.

—Alexandre no puede enterarse de la existencia de esa carta —dije inmediatamente tratando de recomponerme mientras Eloise asentía.

Como bien había dicho Eloise, si de verdad existía esa carta de puño y letra de la difunta reina Genoveva, dudaba que Alexandre dejase que viera la luz, incluso si ello suponía renunciar al trono en favor de su hermano.

Lo que me resultaba realmente extraño es que no utilizaran esa baza en primer lugar sabiendo que Alexandre accedería. ¿Por qué guardar esa carta para el final?, ¿Quizá lo que deseaban era destronarle y no coaccionarle?, ¿Tal vez creían que si utilizaban la carta en primer lugar Alexandre no accedería? Es posible que una vez abierto el revuelo mediático sobre el enfrentamiento entre hermanos y la posible implicación de Alexandre en una estafa económica, se le viera como culpable si renunciaba al trono y así Nathaniel se alzaría con el poder sin la especulación de traidor a sus espaldas.

No sabía las razones, pero si tenía clara una cosa; como que me llamo Adriana Abrantes que conseguiría esa carta.

Ni pensaba dejar que ensuciaran la imagen de la reina Genoveva con falsedades y menos aún que intentaran coaccionar a Alexandre con algo tan bajo como la memoria de su madre.

—Necesitaré tu ayuda —admití finalmente.

—¿Cómo? —exclamó sin entender de que forma podría ayudarme.

—Necesito que hagas creer a tu tío que estás de acuerdo con su plan. Dile que lo has pensado detenidamente y que te quieres casar con Nathaniel para convertirte en la reina que Bélgica se merece, que debe enseñarte como actuar llegado el momento. Jacob no debe vernos hablar, tienes que actuar como si entre nosotras se hubiera creado una distancia para que no levante sospechas y debes entretenerlo lo suficientemente lejos de sus estancias para que pueda acceder a ellas y registrarlas. Tengo que encontrar esa carta Eloise, la memoria de la reina Genoveva y su legado están en esa nota de su puño y letra.

Eloise me observaba con atención comprendiendo a la perfección mis palabras o eso quería creer.

—¿Y si no la encuentras? Mi tío es demasiado hábil con esas cosas, no me la habría mencionado de no estar seguro de está a buen recaudo. Incluso me atrevería a decir que la lleva consigo todo el tiempo para que nadie pudiera robarla —contestó con desazón.

Tal vez Eloise tuviera razón, quizá esa carta ni siquiera estaba en palacio, pero Jacob era un hombre seguro de sí mismo y de sus decisiones o no habría llegado tan lejos. Había trabajado durante años moldeando a Nathaniel, convirtiéndole en la persona que quería, al menos es lo que sabía por el propio Alexandre y por lo que había visto con mis propios ojos, así que alguien como él no se expondría a llevar consigo un elemento tan decisivo en lograr lo que más deseaba, un incidente, un simple tropiezo y todos aquellos años de arduo trabajo se irían por la borda.

No. Definitivamente esa carta debía estar en un lugar secreto, en un sitio escondido donde solo él tendría acceso o quizá era lo que mi mente deseaba creer para no pensar en el catalítico final que tendría todo si no la encontraba.

Alexandre jamás se perdonaría dejar su país en las fauces de un tirano como lo sería su tío Jacob y a fin de cuentas, Nathaniel solo era un títere en sus manos que haría y desharía cuanto su tío quisiera por la simple y llana razón de que gracias a sus pasos y consejos se habría convertido en rey.

Aquello no era un cuento de hadas donde los finales felices surgen con la pluma del autor. No. Era la realidad, la más bruta y absurda realidad por insólito que pareciera, donde siempre han existido conflictos familiares por poder y a mi me había tocado vivir uno en primera persona, pero sobre todo donde tendría que intervenir para que la vida de miles de personas no se viera afectada.

¡Ja! Y me parecía apocalíptico lo que vivió mi hermana Celeste a manos de la loca de Annabelle, al menos era una, aquí son tres. Cuatro si contaba con Helia aunque fuera una subordinada.

Aún no sé como no he salido por patas.

Se ve que las Abrantes tenemos un gen anómalo en la sangre que nos hace quedarnos ante el peligro a pesar de ver las señales.

Se ve que las Abrantes tenemos un gen anómalo en la sangre que nos hace quedarnos ante el peligro a pesar de ver las señales

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De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora