EPÍLOGO 2.0

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Nueve años habían pasado desde que Celeste se unió a la casa real de Liechtenstein y no había cambiado ni un ápice su lenguaje y ocurrencias

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Nueve años habían pasado desde que Celeste se unió a la casa real de Liechtenstein y no había cambiado ni un ápice su lenguaje y ocurrencias.

Mamá era así, y al final nos dimos cuenta de que cambiarla sería hacerle perder su esencia.

Celeste suspiró y rodó los ojos.

—Está bien, prefiero que venga en avión privado o todo el avión se enterará de quien es ella y conociéndola, se pondrá a dar un discurso de como conseguir que tu hija se convierta en reina —contestó Celeste importándole muy poco que mamá la oyera.

—En realidá ya tengo toah lah entráh vendíah pá míh mítineh sobre como educá a tuh hijah pa que sean reinah (En realidad tengo todas las entradas vendidas para mis mitines sobre como educar a tus hijas para que sean reinas) —reveló con evidente énfasis para darnos a entender que no bromeaba.

Una cosa era un libro, pero ¿Mítines?, ¿Qué vendría después?, ¿La película?

No. No. No. Ni hablar.

Comencé a hacer aspavientos y percibí como el pecho de Alexandre se balanceaba dándome a entender que se estaba partiendo de risa de forma silenciosa.

En estos cuatro años que llevábamos juntos se había hecho una idea más que confirmada de como era mamá y lejos de sorprenderse o salir espantado, decía que la encontraba ocurrente, algo poco habitual en su entorno.

Genial. Encima se tenía ganados a los yernos con su ingeniosidad, a la vista está que tras tres años y medio de insistir en querer publicar un libro, finalmente lo había conseguido y encima parecía ser un éxito.

—Tú no te rías —amenacé girándome para ver aquellos ojos verdes de infarto que a día de hoy seguían provocando que me derritiera.

—En absoluto —contestó conteniéndose la carcajada a pesar de intentar parecer serio en todo momento.

—Ya hablaremos cuando estes aquí sobre los mítines esos —dijo finalmente Celeste cuando descubrió que Bohdan no tenía ni idea sobre lo que mencionaba y tras despedirse colgó la llamada.

—A mi no me mires —indiqué—, este marrón te lo comes tú, eres la primogénita —agudicé antes de que ella pudiera decir algo al respecto.

Celeste puso cara de malas pulgas y rebuznó.

—No creo que sea para tanto, ella no dirá nada malo de vosotras —puntualizó Alexandre.

—Tú siempre la defiendes —indiqué—, el problema no es que diga algo malo, sería incapaz de hacer algo así... pero de contar situaciones vergonzosas te aseguro que sí.

Alexandre me miró sorprendido.

—Creo que compraré una de esas entradas... y seguro que Bohdan me acompaña —admitió alzando la vista y encontrando una mirada cómplice en su primo.

De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora