LEGADO DE NACIMIENTO

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Aquel nivel de tensión no lo liberaba una simple ducha, así que comencé a llenar la bañera que había en el baño de mi habitación, de esas del tipo decorativa que hasta da pena usarlas pero que quedan muy bien en fotografías de revistas, muy rollo ...

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Aquel nivel de tensión no lo liberaba una simple ducha, así que comencé a llenar la bañera que había en el baño de mi habitación, de esas del tipo decorativa que hasta da pena usarlas pero que quedan muy bien en fotografías de revistas, muy rollo rococó y que ahora me venía de perlas que hubiesen decidido instalarla.

Tiré la ropa sin miramientos al suelo del baño y no esperé a que estuviera llena del todo para meterme, sino que conforme la espuma se acumulaba con el chorro de agua templada fui tumbándome sintiendo que aquello me quitaba de encima un peso de toneladas.

Quería dejar la mente en blanco, limitar el pensamiento al momento de relajación de aquel baño y que todos los problemas se esfumaran. Ni siquiera sabía porque me sentía de aquel modo, preocupada, ansiosa, alterada y nerviosa al mismo tiempo. Nada de aquello suponía un cambio a mis principios o ideas, ni si quiera en el supuesto caso de que a Alexandre lo cesaran en su cargo, ¿No iba a dejar de ser reina después de todo? Pero me importaba y a pesar de que me había asegurado a mi misma que solo era por el bien del país, en realidad lo único que realmente me importaba era Alexandre.

La realidad me cayó como un jarro de agua fría a pesar de que el agua precisamente no lo estuviera.

Me había querido engañar una y mil veces, de hecho era incapaz de admitirlo ni siquiera en mi fuero más interno, pero no había otra explicación, no podría ser de otro modo, no me importaría de aquella manera si no fuera porque la atracción que sentía hacia Alexandre era mucho más que simplemente sexo.

Siendo consciente de aquello y siendo aún más consciente de que por primera vez sentía algo así, abrí los ojos inmediatamente y me encontré con su mirada verde observándome apaciblemente, devorando cada centímetro de mi cuerpo a pesar de perderse bajo la espuma.

Guardé silencio, sobre todo porque era incapaz de decir algo en voz alta cuando mi cerebro solo gritaba lo que recién había descubierto. Tenía un nudo en mi estómago, uno muy distinto a los nervios, muy diferente a la sensación de lanzarse al vacío en paracaídas o de estar en una montaña rusa.

Era la plausible sensación de saber que deseas a esa persona como si la primera vez.

Observé como Alexandre se desabotonaba la camisa y por un momento creí que se metería en aquella bañera junto a mi a pesar de que no era lo suficientemente grande para lograr hacer maravillas.

O más bien lo que mis impulsos carnales deseaban hacer cada vez que estaba cerca de aquel hombre.

Sin embargo no parecía ser esa su intención, porque se arrodilló en el suelo del baño y comenzó a frotarse las manos con una pastilla de jabón.

—¿Qué haces? —pregunté alzando una ceja evidentemente extrañada.

—Enjabonarte —respondió como si fuera lo más normal del mundo y acto seguido comenzó a pasar sus manos llenas de jabón espumoso por mi espalda, cuello, brazos, piernas... dejando para el final lo mejor.

De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora