ACOPIO DE CONFESIONES

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Si la tensión era palpable antes de que Nathaniel presentara su propuesta para cesar a Alexandre y proclamarse rey, dos semanas después que la noticia era de dominio público resultaba un auténtico infierno

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Si la tensión era palpable antes de que Nathaniel presentara su propuesta para cesar a Alexandre y proclamarse rey, dos semanas después que la noticia era de dominio público resultaba un auténtico infierno.

En mi vida me había resultado más difícil ponerme un punto en la boca y no soltar cuatro frescas cada vez que me preguntaban que opinaba sobre el tema.

Si es que por algo deseaba yo salir por patas cuando el rey belga se presentó en la puerta de mi casa...

Lo peor era ver la cara de satisfacción de la piojosa pechugoncia. Si, ya había decidido añadir otro apelativo despreciativo a su apodo porque era eso o saltar sobre ella a bofetada limpia. Su rostro soberbio estando en su pleno apogeo de centro de atención de la prensa, pero sobre todo de absoluta pasividad ante la situación.

Claro, porque todos los días eres la amante de un rey y decides casarte con su hermano porque quiere proclamarse también rey.

Al menos había algo a nuestro favor. Ni la propia Eloise a pesar de amar secretamente a Nathaniel o que su tío estaba detrás de todo aquello se había posicionado de su lado, sino que estaba del nuestro.

¿Podría ver el pueblo también aquello?

Los rumores de supuestos fraudes fiscales, de falsificación de documentos económicos o incluso de derroches a costa de dinero público se esparcían por todo el país y obviamente por todo el mundo. Incluso había recibido la llamada de mis padres preocupados y la visita de mi propia hermana para evaluar la situación con la intención de raptarme y llevarme a Liechtenstein con ella.

Ganas no me habían faltado, pero dejar a Alexandre solo frente a aquel marrón por alguna razón me hacía sentir un vacío inmenso por dentro.

En definitiva, estaba en la mierda y sentía que la cosa se pondría aún peor, sobre todo mientras tenía que seguir fingiendo no tener hostilidad frente a Helia y vigilar cada palabra que podría decir en su presencia.

Según Alexandre, no echar a nadie de palacio era el modo de no parecer un mercenario o un perdedor, sino alguien que no tiene miedo de enfrentarse a sus enemigos y salir vencedor. Aquella estrategia me parecía digna de mención si no fuera por los encontronazos de la víbora piojosa pechugoncia de turno.

Si. Cada día añadía un nuevo apelativo a su apodo.

Caminaba hacia mi habitación tras regresar de la inauguración de un desfile de moda en el centro de la ciudad. Era lo suficientemente tarde para creer que no encontraría a nadie en los pasillos, sobre todo en los últimos días era más que evidente que habíamos tratado de evitarnos mutuamente y a mi lo único que me apetecía era quitarme aquellos zapatos justo antes de tirarme sobre la cama mullidita dejando todo el eco de voces atrás, habían pasado un par de semanas desde que se diera la noticia bomba y la prensa había dejado de ser tan directa, ahora todo se reducía al análisis de pruebas en el que Alexandre estaba como foco central y si había evidencias se realizaría una citación oficial con una posible suspensión temporal del cargo hasta aclarar realmente la situación, pero hasta entonces, oficialmente él era el rey y en consecuencia yo su reina.

Quien me ha visto y quien me ve, asumiendo el papel de reina consorte con más decisión que nunca solo para que ese par no se saliera con la suya.

Casi había llegado a la parte del palacio donde estaban las habitaciones reales y me sorprendió ver la figura frente a la puerta. Me detuve un segundo antes de acercarme y entonces pareció notar mi presencia, solo ahí vi el rostro compungido de Eloise que evidenciaba estar inquieta o más bien nerviosa por como se frotaba las manos y la agilidad de sus pies acercándose a mi con premura.

—¿Sucede algo? —pregunté cuando aún faltaban un par de metros hasta que se acercara lo suficiente.

A nadie le resultaba extraño ver a Eloise luciendo cada día más radiante, poseía una elegancia innata que Amanda jamás conseguiría lograr por más que lo intentara.

—Llevo esperando casi una hora, pero no podía aguardar hasta mañana, si mi tío se entera de que estoy aquí me mataría —susurró y comprendí que el estado de su actitud tendría que deberse a algo muy grave.

Cogí el brazo de Eloise y la empujé hacia mi habitación, abrí la puerta y la arrastré tras de mi asegurándome que nadie nos hubiera visto para no levantar sospechas.

Había luz tenue, siempre permanecía encendida a mi regreso, pero aún así miré por todas partes para asegurarme que no hubiera nadie y entonces me detuve frente a Eloise que observaba atentamente mis pasos.

—Estamos solas, dime que sucede Eloise —inquirí y vi como bajaba la mirada avergonzada.

—Te juro que no tengo nada que ver en ello, sabes mis sentimientos por Nathaniel, pero yo no he tenido nada que ver en...

—Confío en ti, sé que no harías nada que perjudicara a Alexandre o a mi, puedes estar tranquila, no voy a juzgarte —Me adelanté tratando de coger sus manos.

—Mi tío me aseguró que Nathaniel se convertirá en monarca, cuando me negué a creerle confesó que si las pruebas que han adjuntado no son suficientes, presentarán una carta personal de la reina que demuestra que tenía un amante antes de contraer matrimonio con el difunto rey Philippe y que eso es motivo más que suficiente para pensar que Alexandre no es hijo legítimo del rey. Me aseguró que Alexandre preferirá renunciar en favor de su hermano antes que manchar la reputación de su difunta madre y que el país entero piense que es hijo ilegítimo del rey. —En cuanto Eloise guardó silencio fui consciente de que no me había caído al suelo porque estaba agarrada a ella.

¿Cómo se podía ser tan ruin y rastrero de verter mentiras sobre sus propios padres para lograr su objetivo? Tal vez la idea fuera de Jacob, pero el rey Philippe había sido su propio hermano y si Nathaniel estaba de acuerdo en ello es que era tan miserable como su tío.

—¿Sabes donde tienen esa carta? —Fue lo primero que me vino a la mente.

Sin carta no hay prueba y sin prueba no hay amenaza.

Fin.

—No lo sé, pero seguro que mi tío la tiene guardada en algún lugar bajo llave, pero eso no es todo Adriana —advirtió y me eché a temblar. ¿Eso no era todo?, ¿Es que había más? —Mi tío me dijo que me casaré con Nathaniel, evidentemente mi sorpresa fue mayúscula cuando le advertí de que él ya estaba comprometido con Amanda, pero mencionó que solo la estaban usando a su favor como distracción a la prensa, ese matrimonio no se llevaría a cabo jamás y en cuanto ya no la necesitaran, la echarían de palacio.

Quizá podría sentir un poco de pena por Amanda, al fin y al cabo era una pieza más que estaban usando, pero después pensé que ella estaba actuando del mismo modo y la pena se fue al pairo.

—No es algo que me sorprenda después de todo —susurré en voz alta.

—Le pregunté a mi tío qué sucedería si volvías a quedarte embarazada de nuevo, que entonces Alexandre no podría renunciar a su título en favor de su hermano, sino que únicamente podría hacerlo a favor de su hijo —sentí como la voz de Eloise se quebraba y sus manos temblaban—. Me dijo... él me dijo...

—¿Qué Eloise?, ¿Qué te dijo? —insistí a pesar de oír el temblor en su voz.

—Que eso no iba a ocurrir, que él ya se había encargado de que no pudiera sucediera de nuevo.

—Que eso no iba a ocurrir, que él ya se había encargado de que no pudiera sucediera de nuevo

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De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora