EPILOGO

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Disfrutadlo porque no estará disponible mucho tiempo flores!!!!

Disfrutadlo porque no estará disponible mucho tiempo flores!!!!

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Cuatro años más tarde...



La mejor época para disfrutar de los jardines de palacio era casi al final de la primavera, el sol resplandecía y hacía el suficiente fresco para deleitarse con el olor de las flores que llenaban el lugar de un colorido especial, pero el otoño era Sin duda era mi sitio favorito de todo el palacio, sin contar con el dormitorio, claro.

—¡Valentina!, ¡Devuélvele a Catalina su muñeca! —exclamé rogando que por una vez hiciera caso de mi advertencia.

Obviamente no lo hizo.

En su lugar salió corriendo con la muñeca entre sus brazos en una clara señal de victoria por haberse hecho con ella. Rodé los ojos y miré a Celeste que tenía en su regazo a mi último sobrino; Leonardo, de seis meses y que aún no gateaba.

—Los terribles tres años, bienvenida a ellos hermanita —dijo Celeste con una sonrisa cómplice.

—No sé si deseo la bienvenida —murmuré viendo como Alexandre y Bohdan se dirigían hacia nosotras.

La pequeña Valentina se cruzó en el camino de ambos y Alex la alzó provocando que riera a carcajadas mientras Catalina lloriqueaba tras ella y Bohdan le preguntaba que pasaba.

—¿Dónde está Elías? —preguntó Alexandre dirigiéndose a nosotras.

—Adolph y Elisabeth le secuestraron hace diez minutos —respondió mi hermana—. Iban a ver las tortugas del estanque.

—Les acompañaba la niñera —advertí antes de que le diera un paro cardiaco.

Alexandre asintió y se acercó hasta nosotras dejando de nuevo en el suelo a Valentina que salió corriendo y se inclinó para dar un tierno beso en la coronilla al más pequeño de nuestros hijos; Lukas, que dormía plácidamente en mi regazo y después se acercó a mis labios para besarlos delicadamente, era un beso suave y cálido, una promesa de que deseaba mucho más.

—¿Has podido descansar? —preguntó sentándose tras de mi para que pudiera dejarme caer en su regazo.

—Habéis tenido tres hijos en cuatro años, descanso no creo que sea una palabra que podáis permitiros hasta dentro de otros cuatro como mínimo —terció Celeste entregando al pequeño Leonardo a su padre que hizo una expresión divertida por alzarle en volandas.

La verdad es que me había quedado embarazada de Valentina enseguida, de hecho nació casi a los nueve meses de mi regreso definitivo a Bélgica. Elías fue una sorpresa, pensé que no podría quedarme embarazada mientras daba el pecho a Valentina pero cuando ella tenía apenas dos meses de vida llegó él para iluminar nuestras vidas. Y por último estaba Lukas, con él habíamos tardado un poco más porque queríamos disfrutar de nuestros pequeños, pero ahora que le veía entre mis brazos con apenas dos meses de vida me preguntaba como había podido vivir sin él todo ese tiempo, era el único de los tres que poseía los ojos de su padre y ciertamente esperaba que no fuera el último.

Muy lejos había quedado la Adriana que deseaba tener una vida independiente, libre y que no creía en el amor. Una Adriana que no sabía la felicidad que le esperaba por su obstinación. Ser madre, esposa y reina había sido mi mejor decisión y con el paso de los años cada día tenía más claro que aquel había sido siempre mi destino.

No creía en la casualidad, ¿Qué probabilidades había de que aquella noche yo estuviera en aquel avión rumbo a Copenhague con mis primos y Alexandre?, ¿Qué propusieran un matrimonio entre nosotros solo como diversión?, ¿Y que cinco años más tarde ese matrimonio tuviera validez?

Nueve años atrás no era nuestro momento, pero sellamos nuestro destino y con los años comprendí que aquel fue el único modo en el que Alexandre y yo nos habríamos dado la oportunidad de conocernos sin prejuicios el uno del otro.

Así que no. No creía en las casualidades, creía en el destino y el amor verdadero.

—Tu tuviste tres en cinco años, tampoco puedes hablar muy alto —puntualicé recordándole ese hecho.

—Y no sé como me dejé engañar para que viniera el último —admitió mirando hacia Bohdan con culpabilidad y éste miró hacia otro lado.

De todos sus hijos, solo Catalina había heredado sus rasgos, el resto parecían un clon exacto de su padre, incluyendo a Leonardo, el último en llegar. Sin embargo en nuestro caso, tanto Valentina como Elías se parecían mucho a mi, Lukas en cambio, con apenas dos meses de vida se podía apreciar que sería una copia exacta de Alexandre y a pesar de amar profundamente a mis tres hijos por igual, no podía evitar sentir una satisfacción especial al contemplar los ojos verdes de los Leopold en mi pequeño.

—No puedes quejarte, ha sido el más tranquilo de todos hasta ahora —dije sintiendo las manos de Alexandre paseándose por mi espalda proporcionándome un ligero masaje.

—No tiene más remedio, con tres hermanos mayores revoltosos y que no paran ni un segundo quietos, a ver quien iba a sentir sus llantos —contestó cruzando las piernas mientras miraba el teléfono un momento y hacía una mueca—. Es mamá —dijo mostrando la videollamada entrante.

—¿No tenía hoy la firma de libros? —inquirí a sabiendas de que había retrasado su llegada por esa misma razón.

En unos días sería el bautizo de Lukas y toda la familia se reuniría de nuevo para celebrar el evento, aunque por fortuna Celeste y yo nos veíamos con bastante asiduidad, era agradable sentir a mi hermana tan cerca y poder compartir el mismo tipo de vida sabiendo que la otra persona te comprendía a la perfección por cualquier situación vivida.

—¡Saluda mamá! —exclamó Celeste colocando el teléfono hacia nosotros.

—¡Un millón!, ¡He vendío un millooooon! —gritó eufórica.

A pesar de las posible repercusiones, finalmente mi madre se había salido con la suya y había sacado su primer libro a la venta.

Madre de reinas por Efigenia Varela. Ahí con dos ovarios diciéndole al mundo quien era.

Estaba claro que vendería algunas copias por la posible información que hubiera escrito sobre nosotras y la curiosidad que a todo el mundo le generaba como era posible que dos hermanas nacidas en un pueblo de Córdoba, sin rango y sin pertenecer a una clase social alta, habían terminado convirtiéndose en reinas, pero ¿Un millón? No... por supuesto que no.

—Dime que está exagerando como hace siempre —rogué abriendo los ojos en clara señal de alarma, pero Celeste negó repetidamente.

—Me llamó ayer su agente, lo van a traducir a todos los idiomas y estará en Bélgica y Liechtenstein —puntualizó con horror en este último.

—¡La madre que me parió! —exclamé desde lo más profundo del alma.

—¿No se supone que es ella? —preguntó Bohdan

—¡Te eztoy cuchando Adriana Abrantes Varela!

—Es una expresión cariño, luego te lo explico —advirtió Celeste acariciandole la mejilla.

—Pues si me estás escuchando, mueve el culo y haz las maletas que tu nieto se bautiza en dos días —dije cambiando de tercio.

—Ara zoy famosa, enviarme un avión privao —soltó con toda su cara dura y me llevé una mano a la frente.

—Tu fuiste quien dijo que no pasaría nada porque publicara el libro, así que envíale el tuyo —admití en voz baja para que mamá no me oyera.

De Plebeya a Reina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora