NO PUEDE SER CIERTO

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Buenas!!!! Creo que al fin vuelvo a la normalidad, así que disfrutad!

—Amanda —dije llamando su atención y esperé pacientemente rezando porque no me viniera otra arcada que me hiciera vomitar sobre la mesa

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—Amanda —dije llamando su atención y esperé pacientemente rezando porque no me viniera otra arcada que me hiciera vomitar sobre la mesa. La aludida miró de mala gana y colocó el mentón con cierta altivez—. Te ordeno que te levantes y te vayas.

¿Se lo acababa de ordenar? Pues sí. Lo había hecho.

Amanda se jactó con una carcajada como si le hubiera causado gracia lo que le acababa de decir.

—¿Me lo ordenas?, ¿Y quien eres tú para ordenar tal cosa? —exclamó serena.

—Mi esposa y por tanto la reina, así que obedece ahora mismo —soltó Alexandre para sorpresa de todos y la cara de Amanda tornó de un color rojo furia, pero arrastró la silla hacia atrás y soltó la servilleta de tela sobre el plato provocando que cayera su copa de vino.

—¡Vamos Nathaniel! —exclamó enfurecida.

—Es a ti a quien han pedido que se marché. Nathaniel se queda —continuó Alexandre cogiendo su copa de vino como si actuara con normalidad, pero en el fondo sabía que por dentro estaba hecho una furia ante el comportamiento de la pechugoncia.

Tras una exclamación de incomodidad, pero al menos no bufó ningún insulto, Amanda se marchó y ya fuera por el ardor de la situación o por lo que fuera que se debatía en mi estómago, noté una sensación de calor atroz acompañado de un retortijón horrible en el estómago que me hizo doblarme en dos.

—Adriana, cariño ¿Qué te pasa?—Era la voz de mi madre.

Y llegó de nuevo la arcada, me puse la mano en la boca y salí corriendo al pasillo para vomitar en lo que parecía un florero.

—Ya ta mi niña. Ya a pasao —oía la voz de mi madre al lado mientras me sujetaba el cabello.

Pero no había pasado, es más, sentí un dolor muy fuerte en el estómago que casi me hizo desplomarme al suelo de no ser porque los brazos de Alexandre me sujetaron.

—¡Que alguien llame al médico ya! —gritó dando órdenes mientras me cogía en volandas y caminaba con paso firme hacia mi habitación.

Los calambres no cesaban, sentía escalofríos y nauseas cada cinco minutos. ¿Qué demonios era aquello? En mi vida me había sentido tan despojo humano como en esos momentos.

Ni siquiera una hora más tarde el medico se presenció en palacio, al parecer era una eminencia que trataba a toda la familia real, así que cuando comenzó a auscultarme minuciosamente.

Había vomitado seis veces en una hora y el dolor comenzaba a ser intenso. Empezaba a verlo todo muy negro, incluso apenas tenía fuerzas para incorporarme y vomitar de nuevo.

—¿Es una gastroenteritis? —exclamó Alexandre con evidente desesperación en su tono de voz.

Era el único que se había quedado en la habitación en calidad de familiar por ser mi marido, mis padres aguardaban pacientemente fuera a que el termino acabase la inspección.

Menuda primera visita, una cena catastrófica y me pongo mas mala que en toda mi jodida vida.

«Al menos si me muero estarán aquí para el entierro» sollocé pensando que de esa no salía.

—En primera instancia pensaba que así era, pero los calambres no son propios, ni el dolor intenso. ¿Todo ha comenzado repentinamente? —insistió el médico y afirmé porque ni siquiera tenía fuerzas para hablar de tanto vomitar—. Esto es extraño —prosiguió—. Si no fuera porque no está embarazada presentaría los síntomas propios de un aborto provocado —soltó haciendo que la habitación me diera vueltas ante lo que significaban sus palabras.

No puede ser...

¡La sombra negra!, ¡El ruido!, pero... ¿Cómo?

—¡El agua! —grité recordando el sabor algo cítrico y extraño que había tenido, algo a lo que simplemente no eché cuentas.

Alexandre se acercó a la jarra con el vaso medio vacío que yo había bebido y se lo acercó a la nariz, acto seguido lo acercó al médico y este hizo una señal afirmativa mientras sacaba una jeringuilla de su maletín.

—Mandaré a analizar una muestra de inmediato, tendremos el resultado en pocas horas. Si mis sospechas son ciertas, sus síntomas no durarán más de doce horas, es importantísimo mantenerla hidratada. Recetaré un suero y calmante —recitó guardando la muestra en el maletín y ofreciéndole a Alexandre lo que supuse que eran mis recetas—. Enviaré a una enfermera del hospital para que la controle durante la noche —dijo antes de marcharse mientras Alexandre le daba las gracias.

De nuevo a solas era incapaz de articular palabra porque sinceramente no podía creer que alguien, fuera quien fuera de palacio hubiera podido llegar tan lejos hasta el punto de colarse en mi habitación y verter un abortivo en mi jarra de agua.

¿Estamos locos?

—No diremos nada hasta tener el análisis del agua —mencionó Alexandre—. Solo entonces decidiremos qué decir respecto a esto, por el momento mencionaremos a todos que es una amenaza de aborto y en función del resultado tomaremos una decisión.

No podía estar más de acuerdo con su decisión, así que sentí conforme otro nuevo retortijón hacía que me encogiera y Alexandre se acercó para abrazarme.

—Perdóname Adriana —susurró con voz dolida—. Es mi culpa, yo te metí en esto...

No me parecía bien que se sintiera culpable por lo que me sucedía, peor aún, ¿Qué sucedería si de verdad fuera una esposa elegida por él y embarazada de verdad? Si es que de verdad eso es lo que estaba ocurriendo...

—Jamás te sientas culpable por los delitos de otros —dije con la cabeza apoyada en su hombro—. Resolveremos esto juntos, te lo prometo. Y ahora haz entrar a mi madre o tirará la puerta abajo.

A pesar de la situación vi que Alexandre sonreía y después se incorporaba para dejar entrar a mis padres a mi gran alcoba.

A pesar de la situación vi que Alexandre sonreía y después se incorporaba para dejar entrar a mis padres a mi gran alcoba

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De Plebeya a Reina Where stories live. Discover now