5. El inicio del desastre

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Así que las cosas sólo se ponían más extrañas esa noche. Cuando un ángel vino para decirle que debía encontrar a Lucifer, no sabía que esperar. En verdad... bueno, tal vez en su mente había imaginado que Lucifer tendría el aspecto de un hombre mayor con cabello oscuro y canas salpicando con por todos lados. Algo estilo Al Pacino en "El abogado del diablo" o algo similar. Alguien que denotara maldad. ¡Como un maldito tipo peligroso en general!

Si pues, no era así. Aún estaba alucinando con el hecho de que Lucifer era rubio, con unos ojos azules y brillantes. ¡Tenía una jodida cara de ángel! En teoría eso no debería de sorprenderlo, porque se suponía que alguna vez Lucifer fue un ángel, el más hermoso en el cielo ¿no?  De cualquier manera Nash no podía dejar de estar confundido por su apariencia tan inofensiva. Porque se veía como un tipo rico y mimado.

Pero si ya de por sí su apariencia era motivo para estar sorprendido, lo era aún más saber que trabajaba en un restaurante de comida rápida, con humanos ni más ni menos.  También era un shock saber que vivía en un apartamento diminuto, que era en dónde habían terminado luego del enfrentamiento en el aparcamiento del restaurante.

El apartamento era pequeño, pero con Miguel y Samael ahí, que parecían absorberlo todo con el poder que proyectaban, se sentía claustrofóbico. Nash sentía el familiar pinchazo en sus sienes, un aviso de que pronto tendría un dolor de cabeza horrible. Todo lo que estaba pasando era muy estresante y tampoco ayudaba lo poco que había dormido últimamente. Por eso ni siquiera esperó a que Lucifer le ofreciera un asiento, se dejó caer en un raido sofá individual que tenía un color verde musgo. Era horrible.

—Adelante, toma asiento. ¿Te gustaría algo de beber?— el sarcasmo en la voz de Lucifer era evidente. Así que ni siquiera se molestó en responder, en su lugar recostó la cabeza contra el respaldo del sofá y cerró los ojos—. Vaya Miguel, parece que escogiste al humano más desagradable que pudiste encontrar.

—No lo elegí al azar. Nash tiene fortalezas y habilidades que te ayudarán. Así que te conviene ser un poco más amable con él.

—¿Disculpa? ¿Por qué debería ser amable con él? Me rompió la jodida nariz y créeme, eso no es algo que vaya a olvidar pronto.

¿Debió haber sentido eso como una amenaza? No pudo obligarse a estar asustado. Era difícil tomar en serio a Lucifer cuando lucía así. Además de que Nash aún no estaba seguro de que todo aquello  fuera más que un absurdo sueño del que no podía despertar. Por lo que sabía, bien podía estar metido en su cama mientras su mente armaba ese escenario tan bizarro.

—Tú situación es...— empezó a decir Miguel, pero el rubio no estaba de humor para permitirle hablar.

—¿Y crees que me gusta estar así? Permíteme recordarte por culpa de quién me encuentro atrapado aquí sin poder defenderme. Así que no vengas a tratar de decirme que hacer, no a menos que estés dispuesto a acabar con esto.

—Sabes bien que no puedo— la impotencia en el tono de Miguel lo tuvo abriendo los ojos de nuevo. El arcángel se veía un poco compugido e irritado a la vez—. Y tú no olvides que traté de detenerte. Pero que padre me ayude, cuando tú y Gabriel deciden enfrascarse en una guerra de meadas es imposible hacerlos entrar en razón. Sus egos son tan grandes que llegarán demasiado lejos antes de darse cuenta de lo tontos que están siendo. Y solo recuerda que cada acción tiene una consecuencia, así que ahora podrías al menos aceptar que todo esto no estaría pasando si por una vez pensaras bien antes de actuar. Tu impulsividad te ha metido en muchos problemas antes, cualquiera pensaría que ya has aprendido de ello.

Sorprendentemente, Lucifer no replicó, en su lugar se mordió el labio inferior luciendo como un niño que acababa de ser reprendido por su padre.

—Al menos espero que Gabriel haya recibido su dosis de regaños

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora