49. ¿Una última batalla?

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El trono era esta enorme silla de metal y piedra que parecía fuera de lugar en una amplia sala de aspecto elegante

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El trono era esta enorme silla de metal y piedra que parecía fuera de lugar en una amplia sala de aspecto elegante. Daba la apariencia de ser solo una reliquia en medio de una exposición de museo. Sobre los brazos tenía trazos rústicos; runas demoníacas, había dicho Lucifer mientras lo invitaba a sentarse. También había pequeños surcos sobre la piedra que tenían un leve resplandor de color violeta oscuro que solo se iluminó aún más cuando Nash tocó la superficie.

El trono desprendía poder. Podía sentirlo resonar en todo su ser. A la oscuridad le gustaba estar cerca del trono. A Nash por otro lado le resultaba algo demasiado extraño, por eso no dudó en saltar sobre sus pies luego de solo unos minutos recostado contra el respaldo.

Nop. Definitivamente no le atraía la idea de ser un monarca que observaba todo desde lo alto, porque sí, había un conjunto de escaleras que separaban el trono del resto del suelo. Era como algo simbólico, una demostración de que el rey estaba por encima de todos los demás.

—¿Qué pasa, Bambi, no te gusta?— Lucifer tenía una sonrisa socarrona en los labios, recostado contra el resplando con una pose que se las arreglaba para ser descuidada y elegante a la vez—. Podemos conseguir uno aún más grande si prefieres.

—¿Sí te pidiera algo como eso, lo harías?— preguntó con curiosidad.

—Solo lo mejor para mí rey— declaró Lucifer como si nada—. Entonces sí, lo que sea que quieras y necesites, lo tendrás.

Se sorprendió cuando una especie de gruñido/ronroneó brotó de su pecho. Porque al parecer convertirse en un ser oscuro también quería decir que desarrollaría un ego que necesitaba ser alimentado con cumplidos con bastante frecuencia. Y solo era aún mejor cuando los cumplidos venían de Lucifer. No pudo evitar acercarse y tomarlo por el frente de la camiseta, para luego guiarlo hacia el asiento del trono y conseguir que se sentara; retrocedió para darle una mirada. Lucifer alzó la cabeza con soberbia, con esos ojos azules llenos de travesura y su boca curvada de medio lado. Era increíble lo bien que lucía, la cantidad de autoridad que proyectaba aún si vestía una camiseta y vaqueros desgastados. No el atuendo de un rey.

No había duda alguna de que Lucifer había nacido para ser rey del infierno. Nash se mordió el labio inferior para tratar de contener su sonrisa satisfecha.

—Creo que me quedo con este trono. Lo que quiero y necesito es que seas tú quien lo ocupe.

—Nash…

—Sé que ahora soy quien lleva la corona, pero…estamos juntos ¿Cierto?

—Lo estamos— respondió el hermoso Lucifer con un tono de total seriedad.

—Entonces está bien si reinas a mi lado. Y aceptémoslo, mi señor, te ves mejor en el trono que yo.

Y cómo al parecer estaba desarrollando una necesidad de ser cursi y sentimental, no pudo evitar acercarse y dejarle un beso en la frente justo cuando las puertas de aquella sala se abrían con suavidad y vários pares de pasos resonaban sobre el mármol negro del suelo. Le dio el tiempo justo para sentarse en uno de los brazos del trono. Lucifer colocó una mano sobre su rodilla más cercana, dejando en claro que estaban juntos en ello.

La Oscuridad Seduce ©Where stories live. Discover now