39. ¿Quién es el enemigo?

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Lucifer se paseó de un lado a otro en su oficina, su vista clavada en el enorme ventanal, aunque a decir verdad no estaba prestando atención al panorama demasiado sumido en sus tumultosos pensamientos

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Lucifer se paseó de un lado a otro en su oficina, su vista clavada en el enorme ventanal, aunque a decir verdad no estaba prestando atención al panorama demasiado sumido en sus tumultosos pensamientos. La oscuridad en su interior reptaba y siseaba, enfadada, furiosa. No sé había calmado desde un par de horas antes cuando Nashville por fin le habló sobre la misión que había llevado a cabo con el resto de su equipo.

Por supuesto que Lucifer empezó a sospechar que había alguien tratando de crear una rebelión más grande en el infierno. Empezó a ser consciente de ello cuando cada vez aparecían más y más grupos minoritarios mostrando su inconformidad. Y solo fue a peor cuando el hecho de que Lucifer estaba involucrado con un humano cazador, se esparció por todos los confines del infierno. Eso solo le dio material a los  pseudo opositores para seguir jodiendo. Sin embargo que Nash le confirmara que había alguien con suficiente poder como para tener a su mando demonios de rango medio alto, lo puso furioso.

Le molestaba aún más saber que Nash estuvo frente a frente con un peligro así. La rabia se sentía como ácido en su boca. La peor parte de todo era saber que probablemente Nash ya era un blanco para esa entidad que estaba conspirando en contra de Lucifer. Necesitaba saber quién era el ser que se atrevía a desafiarlo y ni siquiera de manera directa. Pero más importante, necesitaba encontrar una manera de mantenerlo a Nashville tan a salvo como fuera posible.

Se pellizcó el puente de la nariz. Un gruñido bajo y cargado de impaciencia trepó por su garganta. Maldito Belial, de no haber sido por él, todo sería más manejable. Pero en su sesión de tortura por la tarde se desquitaría un poco la rabia que sentía bullir en su interior. 

Golpes en la puerta lo hicieron girar y salir de la espiral violenta en la que estaba cayendo. Carraspeó, se acomodó la corbata y giró colocando las manos detrás de la espalda.

—Adelante.

Sam entró con su rostro imperturbable. Detrás de él venía un grupo interesante. Lucifer siguió a cada uno con la mirada, tratando de encontrar algún indicio de que entre ellos estaba el traidor, el enemigo que debía enfrentar y eliminar. Pero era demonios mayores, criaturas con el suficiente poder para enmascarar sus intenciones. Las putas apariencias, eh.

Azazel fue el último en entrar. De él ni siquiera iba a dudar, sabía que a Azie nunca le interesó gobernar el infierno, además de que con Nash de por medio jamás haría algo para que Lucifer saliera lastimado. De manera reacia o no, su lealtad estaba con el señor de la oscuridad, al iguale que la de Samael. Podía poner su destino en manos de ese par y sabía que harían lo que fuera para lograr mantenerlo con vida.

Ahora bien, había siete entidades en total, sin contar a Sam y Azazel. Lucifer no dijo nada por largos minutos , observando a cada uno, complacido cuando ninguno de ellos apartó la mirada. Sus expresiones iban desde la curiosidad velada hasta la soberbia absoluta. Un cóctel de psicópatas, al menos eso dirían los humanos. Un conjunto de seres que eran pura maldad.

La Oscuridad Seduce ©Where stories live. Discover now