50. El rey del infierno

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La verdad el escenario de su batalla se veía justo como imaginó. Una amplio espacio abierto, con parches de hierba verde cubriendo el terreno, un cielo plomizo y mucho más allá un acantilado que daba directo a un mar cullas olas chocaban contra la roca sin piedad. El clima era más frío que templado, por lo que le daba al ambiente un aire más definitivo. Quizá era solo su percepción dada la situación en la que se encontraban, de todos  modos no podía sacudirse esa sensación de encima.

Hasta donde sabía se encontraban en algún punto de Islandia. Un páramo solitario, lo suficientemente aislado para que no hubiera peligro alguno de que humanos curiosos se metieran en el medio y salieran lastimados. Daen había propuesto aquel lugar y Nash no había dudado en aceptar. A su alrededor, sus aliados y sus respectivos ejércitos se reunían esperando el momento en el que Belcebú y lo suyos aparecieran para iniciar aquella guerra de una vez por todas; aunque Nash no estaba seguro de que guerra fuera la palabra correcta, pues las guerras se planean. Lo que Belcebú hizo fue lanzar ataques aislados, tratando de lastimarlos los suficiente. Pero en realidad no había planeado algo a gran escala.  Su plan pareció ser capturar a Lucifer y en cuanto lo logró, se volvió descuidada.

Si aquello hubiera sido una guerra real, no estaba seguro de haber tenido una verdadera oportunidad.

Inhaló profundamente llenándose del aire y la húmedad que había en él, gracias al mar que no estaba demasiado lejos. Era un paisaje hermoso y le hubiera gustado poder estar ahí en otras circunstancias, sin embargo, eso no era posible. No tenía sentido lamentarse por ello. Ladeó la cabeza preguntándose si su estrategia surtiría verdadero efecto o si solo había llevado a sus aliados a una inminente perdida 

Aquella terreno sin árboles a la vista tenía sus pros y sus contras. Por un lado hacía imposible que Belcebú los tomara por sorpresa escondiendo a sus seguidores detrás de los árboles o entre las montañas. Pero a la vez, les quitaba a ellos la posibilidad del ataque sorpresa. Estaban tan expuestos como lo estarían sus enemigos. Y solo podían confiar en ser lo bastante fuertes como para resistir, esta vez sin subestimar al enemigo como ya lo habían hecho antes. 

Un leve empujón en su espalda lo hizo sonreír y abrir los ojos de nuevo. Se giró solo para toparse con esta enorme y peluda criatura de pelaje grisáceo. uno de sus Hellhounds, Ambush, le devolvía la mirada con sus grandes ojos de color amarillo dorado. Sus cuatro orejas se agitaron a la vez.

—Hola amigo— lo saludó rodeándole el cuello con los brazos—. Lamento no haber estado más al pendiente de ti y de los chicos. Sé que los he tenido abandonados y ahora los traigo a luchar. 

Ambush resopló en su cabeza agitándole el cabello, como si le restara importancia a sus palabras. Nash hundió el rostro en el cuello de la criatura y suspiró de nuevo. Cuando se alejó, se dio cuenta de que los demás cachorros estaban solo un poco por detrás. Extendió una mano y ellos no dudaron en acercarse meneando las colas con entusiasmo. Los acarició por turno, dejando palabras cariñosas de por medio.

La Oscuridad Seduce ©Where stories live. Discover now