11. Emboscada

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Lo más sensato hubiera sido seguirse moviendo para evitar que los demonios pudieran dar con ellos, porque aún si Azazel era capaz de ocultarlos de casi todos, el jodido demonio Daen seguía siendo un riesgo demasiado grande. Y aún sabiendo eso Azazel insistió en que permanecieran un tiempo más en un pueblo cercano aquella zona industrial abandonada en la que seguían manteniendo a Brogan Keller. Y todo para que cierto cazador pudiera descansar.

Lucifer fruncío el ceño  viendo al joven cazador que dormía en una de las camas de aquella habitación de motel. Aún tenía el pelo mojado por su reciénte ducha. Su cabeza ladeada sobre la almohada, mientras descansaba sobre su estómago. El ceño fruncido presente incluso cuando se supone estaba descansando.

Después de la confrontación del día anterior en el exterior de la fábrica aquella, Nash había estado muy, muy silencioso. Lo único para lo que abrió la boca fue para decir: "me quedo". Y ni siquiera se lo dijo a él, sino a Azazel. Luego, todo fue silencio.  Era absurdo, si iba a estar todo deprimido mejor se hubiera marchado. Lucifer no quería tener cerca a alguien que se las daba de mártir. Era estresante y seguro como el carajo que no quería escuchar sus lloriqueos sobre cómo la vida era injusta.

Nash gimió removiendose en la cama. Su expresión tornandose dolorida. Sus manos apretaron la manta que cubría la cama.

—No...—susurró su voz sonando ahogada. —No. Déjalo. No….por favor no.

El rubio suspiró reconociendo los signos de una pesadilla. Y eso que hacía apenas unos quince minutos que se había quedado dormido.

Lo que sea que el cazador estaba viendo en sueños, debía ser lo suficientemente intenso como para tenerlo temblando. El sudor empezó a acumularse en su frente y en las sienes. Sus quejas se trasnformsron en sollozos. Lucifer lo observó en silencio.

—¡No!

Y entonces Nash estaba gritando, como lo hizo en el coche justo antes de que Brogan Keller tratará de matarlos. Eran gritos de dolor, como si estuvieran tratando de herirlo gravemente o matarlo. Al principio lo ignoró diciéndose que no era de su incumbencia. De hecho estaba dispuesto a levantarse y dejar la habitación. Pero bastó con ver las gruesas lágrimas resbalando por sus mejilla lo que lo detuvo.

Genial.

En lugar de irse se acercó a la cama del cazador y lo sacudió un poco para despertarlo. No fue suficiente, los gritos se volvieron gemidos de agonía pura. Incluso logró que al rubio se le pusieran los vellos de punta.

—Nash, despierta.

—Duele mucho— susurró sonando sin aliento.

—Dolera más la bofetada que voy a darte si no abres los ojos.

—Lucifer...— fue apenas un susurro. El rubio frunció el ceño ante eso. ¿ Acaso Nash estaba soñando con él?

—Despirta, pequeño cazador.

Lo sacudió un poco más. Eso fue suficiente para que Nash reaccionara de golpe con un áspero jadeo. Se incorporó a medias sosteniéndose con brazos temblorosos. Sus inhalaciones eran demsiado audibles.

—¿Qué pasó?

—Estabas gritando de nuevo— se cruzó de brazos observándolo con ojo crítico, como si eso fuera suficiente para adivinar que era lo que le estaba pasando al chico. —¿Qué estabas soñando?

El chico se giró dejándose caer sobre su espalda. Su pecho aún subía y bajaba rápidamente. Se llevó una mano justo sobre el corazón y apretó la tela negra de su camiseta. Sacudió la cabeza de un lado a otro.

—No lo recuerdo.

—Por supuesto— chasqueó enfadado listo para alejarse. —Como sea, solo digo que no es normal que un humano grite en sueños de la manera en que tú lo haces. ¿Tienes algo mal en la azotea?

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora