40. Principito

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La barra de metal atravesó el pecho de aquel vampiro con una facilidad asquerosa

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La barra de metal atravesó el pecho de aquel vampiro con una facilidad asquerosa. Jamás le había gustado ese tipo de enfrentamientos tan desordenados y plagados de sangre. Y parecía que últimamente era todo a lo que podía aspirar. En especial ahora que tenían un enemigo confirmado...o enemiga al parecer. Ya no era solo de desterrar demonios y devolverlos al infierno, se trataba de acabar con ellos a toda costa.
Ah, pero a este punto ya no se trataba solo de demonios, sino de otras criaturas oscuras. Hace unas semanas fue un grupo de ghouls al este de Europa. Esta vez era un nido de  vampiros rebeldes  en un pueblo montañoso al norte del país.

Cuando alcanzó el grado de cazador y se unió al equipo que Flet dirigía, Nash de dedicó más que nada a los demonios, estaba acostumbrado a ellos y a su manera de actuar. Los vampiros no eran su fuerte, prueba de ello era lo mucho que le estaba costando mantenerse al día.

Retiró la barra de metal y el cuerpo de aquel vampiro cayó con un golpe seco y algo chapoteante. Pero como haberle atravesado el corazón no era suficiente, sacó la pequeña lata de querosén que llevaba en uno de los bolsillos de su pantalón y roció una cantidad considerable. Luego un fósforo y listo, el cuerpo se incendió casi al instante. Era una de las maneras para asegurarde de que el vampiro no se levantaría de nuevo. Quemar el cuerpo o cortarle la cabeza de tajo.

Guardó la lata de querosén, tomó la barra de acero y siguió adelante. Podía escuchar los gruñidos y los gritos indignados de los vampiros. Los muy imbéciles todavía se sorprendían por estar siendo cazados cuando ellos habían estado secuestrando humanos, manteniendolos es su nido de mierda para alimentarse de ellos como si fueran ganado. De sobra está decir que habían encontrado varios cadáveres humanos, pero también personas que seguían apenas vivas. Savannah informó a Flet y este dijo que un equipo de apoyo médico estaría llegando en breve.

Un picor desagradable sobre la piel fue su única advertencia, le dio tiempo a agacharse justo cuando un pedazo de concreto se estrelló justo dónde había estado parado antes. Rodó en el suelo asqueroso con un gruñido.  Se incorporó a tiempo para ver cómo uno de esos vampiros corría por la pasarela metálica superior. No perdió tiempo en correr hacia las escaleras para perseguirlo.

El nido estaba ubicado en una vieja zona industrial que estaba llena de bodegas que también se extendían debajo de la superficie, casi parecían túneles y más aún cuando todo estaba bastante oscuro. Era un poco difícil orientarse. Cuando alcanzó la pasarela superior, el vampiro había desaparecido.

—Carajo— masculló aferrando la barra con ambas manos. Los vampiros eran escurridizos, se movían muy rápido y veían en la oscuridad. Tenían toda la ventaja en aquel escenario. Caminó por el pasillo asediado por las sombras, asegurándose de mantener la espalda pegada a la pared. —«¿Gabe?»— murmuró en su mente.

—«Estoy cerca, no te preocupes».

Eso lo hizo sonreír porque si un vampiro era escurridizo, Gabriel en modo ángel guardián lo era aún más. Era en verdad sorprendente mucho que había avanzado en los últimos días. Cada vez le costaba menos moverse de un lado a otro con sus habilidades sobrenaturales.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora