60. Armonía

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Sus ojos siguieron a Lucifer mientras se sentaba en un muro bajo que estaba en el patio trasero de aquella casa

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Sus ojos siguieron a Lucifer mientras se sentaba en un muro bajo que estaba en el patio trasero de aquella casa. Según tenía entendido, aquel muro y las jardineras que estaban a los costados eran parte de las reformas que habían hecho a la casa en las últimas semanas. No es que alguna vez le haya importado algo tan mundano como eso, pero las flores eran bonitas.

—¿Podrían dejar de verme como si estuviera a dos segundos de perder el control?— preguntó el señor de la oscuridad, con los ojos cerrados, con el sol golpeando su rostro.

Elyon bajó la vista luciendo avergonzado por haber sido atrapado. En cuanto a Daen, él no apartó sus ojos oscuros de Lucifer. No es como si temiera que perdiera el control y que la oscuridad saliera a la superficie para dar problemas. Más que nada, el joven demonio lo observaba porque aún no terminaba de asimilar lo mal que Lucifer se veía. Era su aura, estaba agotado, tenía unas medias lunas bajo los ojos que resultaban bastante notorias. Sin mencionar que constantemente se ponía pálido y apretaba los labios, un indicio del dolor de cabeza que se había vuelto algo constante.

Entre Nash, Sam, Baphomet, Miguel y Gabriel habían estado buscando una solución a lo que estaba pasando, pero seguían sin poder solucionarlo. Las runas de Miguel ayudaban a calmar un poco a la oscuridad. La cercanía de Nash también solía ser como un bálsamo, pues Lucifer se mostraba menos abatido cuando lo tenía cerca. Sin embargo, no había una solución definitiva.

Daen estaba preocupado. No iba a negarlo. Él podía sentir como cada día, la oscuridad parecía ganar un poco más de terreno en el interior de Lucifer. Tan solo el día anterior, la oscuridad logró salir a la superficie y mierda, fue un desastre, entre todos tuvieron que noquearlo para que al despertar, Lucifer estuviera al frente de nuevo. Y Daen sospechaba que mientras más tiempo pasará, más complicado sería frenar las pérdidas de control.

—De todos modos— Lucifer abrió los ojos, deteniéndose sobre Daen—. ¿En dónde dejaste a tu humano? Creí que no lo dejabas correr solo por ahí.

—No es que estamos unidos por la cadera— respondió con burla, arrancando algunos pétalos de la hortencia más cercana. Esperaba que la mamá de Nash no se diera cuenta o no estaría feliz por sus travesuras—. Dijo que tenía que hacer algunas cosas en su casa. Se llevó a babas y también tiene a uno de los cachorros de Nash, solo por si acaso.

Ni siquiera iba aceptar en voz alta que fue él quién le pidió a Nash uno de sus cachorros para que siguiera a Brogan mientras estaba fuera. No es como hubiera un peligro inminente, pero era mejor prevenir, sobre todo porque Daen no estaba ahí para portegerlo de ser necesario. Y sería fácil esconderse tras la excusa de que  tenía que vigilar a Lucifer y por eso no había ido con su humano, pero la realidad era que Daen estaba tratando de ser razonable y dejar que Brogan hiciera cosas por su cuenta.

No quería que se aburriera de él o que se sintiera como un prisionero, con la presencia constante del demonio. Además, aún si Brogan estaba bien con todos los elementos sobrenaturales que ahora invadían su vida, seguía siendo un humano y necesitaba estar en sintonía con ese mundo. Dejarlo por su cuenta en su plano existencial de origen era bueno para él, porque los humanos no estaban hechos para vivir en el infierno o estar en constante convivencia con la energía oscura. Entonces sí, a Brogan le venía bien un respiro.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora