Epílogo 1: La manera en que todo... encajó

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—¡No voy a arrodillarme frente a ti!— gritó aquel demonio, parado a mitad de la sala del trono

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—¡No voy a arrodillarme frente a ti!— gritó aquel demonio, parado a mitad de la sala del trono. Su cuerpo temblaba entero, por miedo o por rabia, era difícil saberlo; quizá fueran ambas emociones peleando por ver cuál era la que tomaba el control.

Sus compañeros por otra parte si que estaban arrodillados, viéndolo con cara de incredulidad, como si no pudieran creer que a pesar de todo siguiera dispuesto a enfrentarse al rey del infierno. Y la verdad a Lucifer le causaba gracia, tanto los que pretendían buscar redención como aquel que intentaba mostrarse tan valiente. Ninguno sobreviviría, esa era la única verdad.

Aquellos demonios no era sino los pocos seguidores de Belcebú que aún quedaban y a los cuales habían empezado a darles caza poco después de la batalla, cuando todo lo demás se asentó. Los aliados más fieles de Lucifer habían vuelto al Purgatorio y habían recorrido el infierno, así como otros planes existenciales, para acabar con lo que restaba de esos rebeldes que habían pretendido derrocar al rey. Había tomado meses, pero cada vez eran menos lo pequeños grupos de opositores que quedaban.

Eso cinco demonios que estaban siendo juzgados en ese momento fueron encontrados en el territorio de Eligor y Belfegor, eran parte de aquellos cobardes que huyeron en cuanto Lucifer perdió el control y Luzbel había surgido como una amenaza durante la batalla. Un montón de hipócritas hablando sobre no dejar que un humano reinara en el infierno, y sin embargo, corrieron como viles cucarachas ante el peligro. Ese tipo de escoria no merecía vivir.

Era esa la razón por la cual Lucifer se encontraba sentado en el trono, con las piernas cruzadas  y su rostro recostado sobre una de sus manos, en una pose índolente, viendo a Nash lidiar con ellos. La verdad hubiera preferido solo arrancarles la cabeza a todos y acabar  de una vez por todas.  Ah, pero su Bambi quería encargarse de ellos, porque estaba determinado a dominar la cosa de ser rey.

Me gusta tener tu apoyo y saber que puedo contar contigo, Luce. Sabes que lo gradezco, pero…también necesito empezar a ser más autoritario, supongo. No me gusta la idea de aterrorizar a demonios y caídos para que me "respeten". Pero parece que a veces no hay opción.

Eso había dicho Bambi unos días atrás y Lucifer sabía que tenía razón con eso. Nash era quien llevaba la corona ahora y si bien aún pedía consejos de Lucifer, de Azazel y de Sam, lo estaba haciendo muy bien, cada vez controlado mejor su entorno y todo el poder que ahora recaía sobre sus hombros.

Lo estaba haciendo tan bien que a lo largo de los últimos meses Lucifer había empezado a decirse que tal vez Nash nació para ser rey del infierno. Tal vez hubiera llegado a ello incluso si su camino no se cruzaba con el de Lucifer. Después de todo,  no parecía imposible teniendo en cuenta lo que había sucedido. El chico tenía fortaleza y también mucha determinación.

«Y está jodidamente bueno» tarareó Luzbel en su mente. Esta vez el rubio no rodó lo ojos, porque en ese sentido estaba muy de acuerdo con esa parte de su oscuridad. Nash estaba jodidamente bueno y más aún cuando sacaba a relucir todo su porte de gobernante. En aquel momento Nash estaba parado con la espalda recta, la barbilla en alto y las manos unidas al frente de su cuerpo en una pose que era todo altivez. Sus ojos de habían incendiado de ese color violeta que era la evidencia de la parte sobrenatural que ahora residía en él.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora