58. Seré lo que necesites que sea

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Se metió la sudadera por la cabeza, pero se detuvo a medias, dejando que la tela se quedara atascada a medio camino

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Se metió la sudadera por la cabeza, pero se detuvo a medias, dejando que la tela se quedara atascada a medio camino. La verdad no tenía muchas ganas de levantarse, la noche anterior no había dormido demasiado bien. Sentía el cuerpo pesado y la cabeza un poco embotada. Igual sabía que no podía quedarse metida en la cama por el resto del día, eso solo la haría sentir peor. Con un suspiro terminó de vestirse.

Tendió la sábanas sobre la cama, recogió la ropa sucia, se pasó por el baño para lavarse el rostro y entonces...no sabía que más hacer con su día. Eran solo las ocho de la mañana. Joder, faltaban muchas horas hasta que llegara la noche y luego otro día y...volver a empezar. La casa estaba en silencio pues sus padres estaban fuera. Su padre trabajando y su madre visitando a una de sus hermanas. No es que pudiera culparlos por dejarla sola, después de todo, ellos no tenían idea de lo que había sucedido; no tenían la menor idea de las cosas con las que Kia estaba cargando.

Lo prefería de esa manera, porque ellos no lo entenderían y al menos si ellos ignoraban el mundo sobrenatural, Kia aún podía fingir que parte de su vida seguía intacta. ¿Y además como le decías a tus padres que conocía al diablo en persona, que su novio era tu primo quien a su vez era rey del infierno, y que tenías a varios ángeles y demonios como amigos? Ah claro y no había que olvidarse de la parte en donde tuviste entrenamiento con personas que pertenecen a una organización que lucha contra criaturas sobrenaturales. Y la cereza del pastel, que eres una profeta. Si llegaba a decirles algo como eso, seguro la meterían de cabeza a una institución mental.

La peor parte es que Kia a veces creía que sería lo mejor, porque estaba perdiendo la cabeza.

Por las noches no dormía porque tenía pesadillas sobre todo lo que había ocurrido. Excepto porque en esos malos sueños, no ganaban la batalla contra Belial, ni contra Belcebú, más bien todos morían de maneras horribles. Y cuando estaba despierta solo pensaba en su corta estancia en el Purgatorio, el constante miedo y la desesperación por no haber podido ayudar a Lucifer.

Pensar en Lucifer la llevaba a recordar que el señor de la oscuridad estuvo a punto de matarla, a ella y a todos. No lo culpaba, no le guardaba resentimiento, pero eso no quitaba que estuviera asustada. Por eso había tomado distancia del infierno, porque no se sentía lista para enfrentar a Lucifer de nuevo.

Entonces estaba en casa, sin hacer nada, porque no creía poder seguir en la universidad, al menos no ese semestre, lo cuál le jodía porque ya había pagado la matrícula. Nash y Savannah le dijeron que eso era lo de menos, que no se preocupara por ello, porque se encargarían de pagar la matrícula de nuevo el próximo semestre. Y lo agradecía, por supuesto que sí. A la vez se sentía como un fracaso.

Se dijo que ya que no iba a estudiar buscaría un trabajo, pero se quedaba solo en una intención porque no lograba reunir el valor de salir de casa y cumplir ese propósito. Le preocupaba que su falta de sueño, sus constantes recuerdos desagradables, la hicieran tener una especie de crisis, en especial al estar rodeada de tantos humanos que no tenían la menor idea de lo que había sucedido. Sabía que ellos no tenían la culpa, pero le parecía injusto que siguieran sus vidas como si nada, mientras Kia sentía que arrastraba el peso de la verdad sobre sus hombros.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora