Capítulo 43: Diluvio de corazones

4.3K 639 168
                                    

POV Jade/Hermione
Estaba perdida mirando el cielo por donde se habían ido, al bajar la mirada, pude ver una sombra que venía del bosque prohibido, ese si era Firenze, al parecer vigilaba mis pasos, cosa que me tranquilizaba un poco, no estaba sola en esto, tenía a Firenze y a los chicos apoyándome en la distancia.

— Harry — Dije llamando su atención y mirando el reloj — Tenemos diez minutos para regresar a la enfermería sin ser vistos. Antes de que Dumbledore cierre la puerta con llave.

— De acuerdo — dijo Harry, apartando los ojos del cielo
— ¡vamos!

Entramos por la puerta que había detrás y bajamos una estrecha escalera de caracol. Al llegar abajo oímos voces. Nos arrimamos a la pared y escuchamos. Parecían Fudge y Snape. Caminaban aprisa por el corredor que comenzaba al pie de la escalera.

— … Sólo espero que Dumbledore no ponga impedimentos — decía Snape — ¿Le darán el Beso inmediatamente?

— En cuanto llegue Macnair con los dementores. Todo este asunto de Black ha resultado muy desagradable. No tiene ni idea de las ganas que tengo de decir a El Profeta que por fin lo hemos atrapado. Supongo que querrán entrevistarle, Snape… Y en cuanto el joven Harry vuelva a estar en sus cabales, también querrá contarle al periódico cómo usted lo salvó. — Harry apretó los dientes.

Entrevimos la sonrisa hipócrita de Snape cuando él y Fudge pasaron ante el lugar en que estaban escondidos. Sus pasos se perdieron. Harry y yo aguardamos unos instantes para asegurarnos de que estaban lejos y echamos a correr en dirección opuesta. Bajamos una escalera, luego otra, continuamos por otro corredor y oímos una carcajada delante de nosotros.

— ¡Peeves! — susurró Harry — ¡Entremos aquí! — no quise contradecirlo, después de todo, nadie más nos podía ver, era necesario.

Corrieron a toda velocidad y entramos en un aula vacía que encontramos a la izquierda. Peeves iba por el pasillo dando saltos contento, riéndose a mandíbula batiente.

— Estoy seguro de que se ha puesto así de alegre porque los dementores van a ejecutar a Sirius… — dijo Harry molesto. Miré el reloj.

— Tres minutos, Harry. — Aguardamos a que la risa malvada de Peeves se perdiera en la distancia. Entonces salimos del aula y volvimos a correr. — y no juzgues tan rápido a Peeves, ha cambiado lo suficiente.

— Lo dices porque es leal a ti — dijo agitado — Hermione, ¿qué ocurrirá si no regresamos antes de que Dumbledore cierre la puerta? — jadeó Harry.

— No preguntes, no quiero ni pensarlo — dije pensando en usar los portales que hasta ahora solo Tom y los gemelos sabían que podía usar. — ¡Un minuto! —dije viendo el reloj. Llegamos al pasillo en que se hallaba la enfermería — Bueno, ya se oye a Dumbledore — dije aliviada — ¡Vamos, Harry!

Seguimos por el corredor cautelosamente. La puerta se abrió. Vimos la espalda de Dumbledore y fue cuando pude suspirar aliviada.

— Los voy a encerrar — lo oímos decir — Son las doce menos cinco. Señorita Granger, tres vueltas deberían bastar. Buena suerte. — Dumbledore salió de espaldas de la enfermería, cerró la puerta y sacó la varita para cerrarla mágicamente.

Harry y yo nos apresuramos a caminar hacia él. Dumbledore alzó la vista y una sonrisa apareció bajo el bigote largo y plateado.

— ¿Bien? — preguntó en voz baja.

— ¡Lo hemos logrado! — dijo Harry jadeante — Sirius se ha ido montado en Buckbeak… — Dumbledore nos dirigió una amplia sonrisa.

— Bien hecho. Creo… — Escuchó atentamente por si se oía algo dentro de la enfermería — Sí, creo que ya no están ahí dentro. Entren. Cerraré.

¡¿Soy Hermione Granger?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora