𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟖: 𝒉𝒐𝒍𝒅 𝒎𝒚 𝒉𝒂𝒏𝒅

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Era extraño desayunar con mis compañeros de trabajo en la misma mesa como si fuésemos niños en un campamento. Eran mesas redondas en las que cada uno se servía del buffet en el que Noah seguía haciendo cola para coger zumo de naranja.

No había visto a Dafne desde que llegamos, supongo que habría pedido un trato especial a cambio de no montar una escena y arruinar la comisión por patrocinio que seguramente mi padre iba a llevarse.

Noah dejó sus platos y su vaso en la mesa, sentándose a mi lado. Enfrente teníamos a Charles, a los de contabilidad y a los redactores de sucesos. En otra mesa estaban los redactores de crónica social, los becarios, los de imprenta y rotativas...

—¿No te parece raro esto? —Susurré disimuladamente, acercándome a ella mientras engullía el primer bocado de revuelto de huevo con pimientos. Mordía con tanta fuerza algo tan blando como los huevos que la mandíbula se endurecía con cada bocado.

—¿El qué? —Tomó un sorbo de zumo y engulló el siguiente bocado.

—Estar aquí desayunando como si fuese un viaje de fin de curso. —Le quité una pelusa que se había posado en el hombro de su camiseta—. Tú sin ir en traje.

—Ya me has visto sin traje. —Pinchó una salchicha y se comió la mitad, relamiéndose los labios.

—Sí, sobre todo eso. —Susurré, haciendo que esbozase una sonrisa socarrona—. No, pero estoy acostumbrada a que la única que te vea en chándal sea yo.

—Oh, ¿estás celosa? —Rodé los ojos, dándole un mordisco a mi tostada de mermelada de arándanos—. Estás celosa. —Me acarició la mejilla con el dedo índice—. No te preocupes, cuando volvamos a Los Ángeles quedamos para tomar un café y me pongo el pantalón de chándal gris.

—Lo que te voy a dar es una hostia que te vas a quedar en el sitio.

Cuando la responsable de actividades nos reunió después del desayuno alrededor de la piscina no sabía si éramos un grupo de adolescentes en un campamento o un grupo de rehabilitación.

—Buenos días, chicos, espero que estéis disfrutando de la estancia.

Noah le dio la vuelta a la gorra negra para que la visera le tapase el sol y se cogió las manos en la espalda.

—Quiero que me digáis por qué habéis escogido al compañero de habitación que tenéis. Me da igual si es una razón muy tonta o muy simple.

La mayoría de ellos dijeron que su compañero era el que mejor le caía, el que siempre le dejaba un dólar para el café o porque era el que quedaba libre, lo cual los dejaba con una cara de circunstancias que era para grabar.

—¿Cómo te llamas? —La monitora señaló a Noah, que mantenía los ojos achicados por el sol.

—Noah.

—¿Quién es tu compañera? —Noah me señaló con el pulgar—. ¿Cómo se llama?

—Olivia —respondió, seria, manteniendo la mirada fija en la monitora.

Me gustaba lo rotundo que sonaba mi nombre cuando lo decía ella. Olivia.

—¿Y por qué has escogido a Olivia?

Noah se balanceó en el sitio, moviendo su cuerpo sobre la punta de sus pies hasta el talón, sujetándose las manos en la espalda.

—Porque es mi amiga y me siento muy cómoda con ella. —Noah me miró, ajustándose la gorra blanca para volver a girarla y echar la visera hacia atrás.

—¿Y tú, Olivia? ¿Por qué has elegido a Noah?

Ella me miró con media sonrisa socarrona que escondía todas las veces que habíamos compartido habitación, con esos ricitos que sobresalían por debajo de la gorra y los ojos miel casi traslúcidos por el sol que le daba en la cara.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora