𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟎: 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒂𝒈𝒖𝒂

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No sabía qué responder a lo que acababa de relatarme. Habían sido veinte minutos hablando sobre su vida, una vida que duraba treinta y tres años y parecía la experiencia entera de alguien que rozaba los sesenta. A ella aún le temblaba la voz y yo no me había movido del sitio desde que pronunció la última palabra.

—Lo siento si te volví a mentir —murmuró, estirando la mano para agarrar la mía y apretar suavemente—. Quizás no querías acostarte con alguien como yo. —Mi respuesta fue mirarla con más horror aún—. ¿Qué piensas? ¿Qué pasa? —Se removió en la cama, incorporándose para apretarme la mano.

Sentía tantas cosas que no quería decir para no dejarla aún peor. Quería decirle que iba a matar al hijo de la grandísima puta de su jodido padre, que agarraría una sierra mecánica y lo cortaría pedazo a pedazo hasta que se desangrase, que haría lo mismo con su madre y luego, con el cerdo que la violó, le cortaría los huevos poco a poco hasta que corriese la misma suerte que su padre. Para el putero no tenía palabras, pero para los hijos de puta que pagaban por violarla sí y debí haber reventado a patadas a ese cabrón en el ascensor.

Tomé una bocanada de aire enorme, cerré los ojos y exhalé lentamente, asintiendo al comprobar que había resistido las ganas de llorar. Apoyé la frente en las palmas de mis manos, intentando contener la verborrea que estaba dispuesta a soltar si alguien me tocaba lo más mínimo. ¿Qué debía decirle? ¿Qué debía hacer? O más bien, ¿qué querría yo que me dijesen si contase algo así?

—Gracias por confiar en mí para contar esto. —Olivia soltó un suspiro con el que se liberó de la presión que cargaba su pecho—. No sé qué decirte. —Murmuré, estirando la mano hacia la suya para que volviese a reposar la palma de su mano sobre la mía—. Solo quiero hacerte sentir bien, pero no sé cómo.

—Ya lo haces, te prometo que ya lo haces. —Me acarició el pelo, arrastrando sus finas uñas por mi cabeza para darme un escalofrío—. La que debería darte las gracias por todo soy yo. Si te parece, voy a comer. —Me retiré de encima, observando cómo se llevaba un pedazo de pastel a la boca.

—¿Te sientes mejor? —Pregunté, observando cómo removía el puré con la salsa.

—Creo que necesitaba contártelo para dejar de estar mal. Necesitaba que alguien me entendiese y me diese un poco de cariño, solo eso —masculló, lamiendo el tenedor para llevarse la masa blanca en la boca—. Puedo tomar aire porque sé que al menos una persona se preocupa por mí, aunque no sea tu prioridad, te preocupas.

—¿Quién dice que no eres mi prioridad? —Ella paró en seco de masticar y tras un segundo comenzó a masticar más lento.

—Tienes a tu familia.

—Mi familia está bien. Mis padres están bien, mi hermana está bien y mi sobrino también. Pero tú ahora eres mi amiga y debo cuidarte, ¿sabes? —Jugué con las sábanas enredadas de la cama—. En Los Ángeles solo te tengo a ti. Ya te dije que mi vida aquí era aburrida, que tengo conocidos, no amigos. Bueno, ahora te tengo a ti. —Olivia esbozó una tímida sonrisa con las mejillas llenas de comida y bañadas en el rojo del sol. Me podría pasar mirándola horas mientras sonreía—. ¿Tienes fuerzas para ir a la actividad de mierda de esta tarde?

—Necesito salir y volver a ser una persona normal.

*

Esa tarde el termómetro marcaba treinta y cinco grados a la sombra. El cuello de Noah relucía bajo el sol y no era por la crema solar que intentaba echarse a pegotes, sino por el sudor que brotaba de su piel con tan solo estar de pie delante de la piscina, a la que miraba con deseo.

—Chicos, hoy saldremos del resort para hacer la actividad en el desierto. —Noah se balanceó en sus talones con un gruñido, mirándome de reojo—. Esta actividad será en pareja, os soltaremos en el desierto, a cada pareja en un punto alrededor del resort.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora