𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟑: 𝒂𝒇𝒕𝒆𝒓 𝒉𝒐𝒖𝒓𝒔

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El mundo me pesaba. Me pesaba que ni siquiera me mirase al entrar en la oficina, que se esfumase cada vez que entraba en la sala de descanso, que ni siquiera deslizase la mirada mientras escribía en su agenda o me llamase para hablar en el baño.

La extrañaba tanto que me pasaba las horas de descanso en mi cubículo dibujando su perfil en diferentes estilos y me pareció que me estaba convirtiendo en una psicópata. Debía dejar de hacerlo y mucho menos de meter aquellos dibujos en su cajón. Tener a Zoe me habría ayudado a superar eso.

Esa tarde fui a ver a Jocelyn. Su casa seguía siendo esa mansión de paredes blancas, sofás negros y una piscina imperial que coronaba la casa, pero ahora sin copas de por medio ni chicos vomitándome en la camisa. Ahora solo estaba ese cuadro colgado de la pared. Me preguntaba si Jocelyn se habría acostado con Olivia para saber exactamente cómo era su cuerpo, me preguntaba si deseaba dibujarla con tanta claridad que me daban escalofríos con solo ver los pliegues de ese vestido.

—Has venido por ella, ¿verdad? —Jocelyn se plantó junto a mí delante del cuadro.

—¿Por quién?

—Por la chica que vino contigo a la fiesta. —Solo me salió balbucear y ella se echó a reír—. Llevo toda mi vida retratando parejas de mujeres, Noah. Muchas de modelos que vienen son parejas, otras vienen por separado y se encuentran en mi estudio. No retrato a dos mujeres, retrato su química y esa noche erais la Gioconda en mi Louvre. Ese tipo de química se da pocas veces en la vida.

—Era solo tensión sexual. —Jocelyn chasqueó la lengua, separándose de mí.

—¿Por tensión sexual has venido a ver este cuadro? Noah... —Soltó una risa, dándome un golpe amistoso en la espalda—. Puedes hablar conmigo.

—No hay nada que hablar, Joy. —Me dejé caer en el sofá delante del cuadro como si fuese un saco de cemento—. No me quiere.

—¿Por qué lo dices? No lo sabes. —Joyce tomó asiento a mi lado.

—No quiere que la toque, no quiere que vuelva a hablar con ella en la oficina, me repite constantemente que no soy su tipo y, bueno, me queda bastante claro.

—La verdad es que te lo ha dejado cristalino.

*

Las luces de la oficina se apagaron y solo quedaron encendidas las luces de emergencia de los pasillos y el único cubículo de la planta que a esa hora seguía trabajando: el de Noah. Tenía la camisa remangada hasta los codos y la mano enredada en los rizos de su pelo, los hombros caídos y el lápiz digital en la mano.

Escuchó el sonido de mis tacones en el silencio de esa oficina vacía y se reclinó en la silla.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó, apretando los dedos alrededor del lápiz.

—He tenido una reunión y venía al baño. ¿Aún estás trabajando? —Me planté junto a ella, echándole un vistazo a la pantalla del ordenador—. ¿Qué es eso?

—Tu padre me pidió que acabase para mañana la contraportada del miércoles. Así que... —Agarró la botella de agua casi arrugada que tenía sobre el escritorio, impregnada en su interior por el vapor y que seguramente estaría caliente.

—¿Por qué no vas a casa? —Posé la mano sobre su pelo, dándole una suave caricia en los mechones curvados de su pelo.

—Aquí al menos tengo aire acondicionado. —Señaló al techo.

Pero ese aire acondicionado parecía no hacer efecto. Los rizos de su nuca, la línea central de su espalda, las axilas... Todo estaba mojado. Todo estaba embadurnado en sudor, como si ese ligero frescor que yo sentía en esa sala para ella no existiese.

let me be her (completa)Where stories live. Discover now