𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟒: 𝒎𝒂𝒎𝒂́

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Sé que no llegué a dormir en mi cama, tampoco me lavé los dientes, me cepillé el pelo o me apliqué la crema hidratante antes de dormir. Estaba en el sofá del salón, con la cabeza apoyada en el abdomen de Noah, que dormía a pierna suelta en el chaise longue del sofá.

—Liv, llegamos tarde... —Dijo con la voz ronca y los ojos cerrados. No sabía ni en qué día estábamos.

—Es el día de la bandera, no trabajamos. —Le empujé el pecho para que volviese a tumbarse y se removió en el sofá, dejando caer su mano sin querer sobre mi pecho.

El roce de su brazo en mi piel me hizo echar de menos su compañía, tacto, su calidez y la manera en la que sus manos me habían tocado semanas atrás. Agarré su muñeca para que no la retirase y volví a arremolinarme en el sofá con la cabeza sobre su abdomen. Al mover las piernas me percaté de la manta que me cubría estas y me resguardaban del frío con el que el aire acondicionado casi había conseguido congelar la casa, pero que aliviaba el calor constante con el que vivía Noah.

Me sentí querida, me sentí cuidada y me sentí percibida después de darme cuenta de que fue Noah la que me arropó con esa manta mientras yo dormía.

*

Olivia se desenvolvía por la cocina como si la usase con frecuencia, cuando la realidad era que nos alimentábamos de lo que pillábamos de máquinas y restaurantes abiertos cerca de la oficina, pero no me disgustaba verla en pijama con ese pantalón corto lila y la camiseta blanca de tirantes finos mientras me servía huevos revueltos con beicon y un vaso de zumo de naranja.

—¿Olivia Archer haciéndome el desayuno? ¿Qué mundo es este?

—Un mundo en el que como no te calles te quito el plato. Come. —Me tendió el tenedor y se sentó al otro lado de la mesa. Aún me sorprendía lo bien que le quedaba el pelo recogido en ese coletero de tela beige—. ¿A qué hora entregaste el trabajo?

—A las seis y media de la mañana —respondí, agarrando una tira de beicon para comerme la mitad de un mordisco.

—¿Has dormido cuatro horas?

—He dormido cuatro horas. —Asentí, llevándome medio plato de huevos a la boca—. Cuatro horazas.

—Hay que dormir mínimo siete.

—Buena suerte encontrando siete horas de mi horario para dormir.

Olivia le dio un sorbo a su vaso de zumo, entrecerrando los ojos con algo de duda en su rostro.

—¿Siempre ha sido así? Tu horario, me refiero.

—No, qué va. De hace unos meses a esta parte. —Seguí comiendo, pasando el trago con un buche eterno de zumo de naranja que me reinició.

—Mmh. —Apretó los labios y me miró fijamente antes de agarrar su teléfono móvil y escribir con impaciencia—. Voy a destrozar a mi hermana. —Desencajó la mandíbula en un gesto de rabia, dejando el móvil de un golpe en la mesa.

—¿Qué ha hecho?

—¿Que qué ha hecho? —Se colocó una mano en la cintura, soportando el peso de su cuerpo sobre una de sus piernas—. ¿Puede que este estrés venga desde que llegué yo?

Miré al techo intentando pensar cómo era mi vida antes de Olivia y era bastante relajada. Una semana después de su llegada, si mi mente no fallaba, fue cuando la demanda de trabajo subió exponencialmente hasta no dejarme dormir.

—Sí, eh... Probablemente.

—Qué hija de puta... —Masculló, pasándose las manos por la cara—. No es una coincidencia y esto es por lo que no podemos vernos en la oficina.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora