𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟐: 𝒂𝒇𝒓𝒐𝒏𝒕𝒂𝒓 𝒍𝒂 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅

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En el camino de casa a la oficina dudé si hacerlo público ante mis compañeros. Dudé si plantarme delante de ellos y simplemente admitirlo. Quizás ellos ni siquiera lo habían visto y no sabían de lo que les estaba hablando, pero supe que sí lo sabía en cuanto entré en la oficina, la gente me miró de reojo y sonrió con lástima.

Los reuní a todos en la sala de descanso, esperando terminar con eso antes de empezar a trabajar. Todos estaban sentados y yo me plantaba frente a ellos de pie con Piper al lado.

—Buenos días. Voy a ser breve. —Dejé el vaso de café en el mostrador, al lado de los boles de fruta—. Seguro que todos habéis visto ya el programa de la CBS donde un señor dice que fui prostituta y, los que no lo habéis visto, seguro que os lo han contado. —Asentí, metiendo una mano en el bolsillo de mi pantalón. Contra todo pronóstico me sentí segura, sin miedo, sin esas piernas que flaqueaban y temblaban al caminar—. Pues es verdad. Os lo cuento porque sé que si no lo hago siempre va a haber un rumor, un comentario cuando paso, un cotilleo de oficina y, sinceramente, mi vida no es un cotilleo. Hay situaciones en la vida que te llevan a vivir en la calle o a ejercer la prostitución, pero ninguna de esas fue la mía porque a mí me obligaron a hacerlo. —Cogí el vaso de café y le di un sorbo—. ¿Preguntas?

Creo que nadie se esperaba que lo admitiese y mucho menos que explicase el por qué, como ni Piper ni Noah se esperaban que ni siquiera me temblase la voz y pareciese que del viernes al lunes no hubiese tenido un episodio maníaco-depresivo. Seguía siendo Olivia Archer y ellos parecían entenderlo así.

—¿Estás bien? —Preguntó Ellen con los ojos entrecerrados—. Y si podemos ayudarte en algo.

—Estoy mejor, sí. La mejor forma de ayudarme es que nadie sienta pena por mí, estoy bien, eso pasó hace mucho, y que todo siga con normalidad. —Alcé los hombros con una leve sonrisa.

Y así se manejaba una situación complicada en el trabajo. Así se acababan los rumores, así se terminaban las miradas por los pasillos porque todo estaba claro.

Cuando todo el mundo se marchó, me hizo un gesto con la cabeza para que la acompañase a su despacho. Nadie me miraba, la gente iba al teléfono por el pasillo y simplemente esbozaba una sonrisa al ver pasar a Piper y prolongaba esa sonrisa alzando las cejas al verme a mí. Tan solo el recepcionista, Albert, me mandó un beso desde la recepción porque no había podido dejarla sola para ir a la sala de descanso.

—¿Cómo te sientes? —Preguntó Piper tras cerrar la puerta.

Me había quitado un peso de encima. El pecho volvía a subir y bajar con normalidad, como lo hacía antes de que Smitz intentase bombardear mi vida.

—Me siento liberada. Es decir... —Me puse la mano en el pecho, sonriendo—. Quería destrozarme la vida, quería que la gente me rechazase y no ha sido así. La gente de mi entorno se comporta exactamente igual.

Piper me miró sentada sobre el borde de su escritorio, con los brazos cruzados y una pequeña sonrisa con la que se le iluminaban los ojos sin la necesidad de decir nada más. Me sentía una niña pequeña frente a ella, me sentía esa niña de seis años que necesitaba la protección de su padre, esa que buscaba esa figura en la que refugiarse cuando algo le hacía daño.

—Estoy muy orgullosa de ti. —Esas palabras chocaron de frente con las que pronunció mi padre hacía unos meses: "tú jamás has hecho sentir orgulloso a nadie" —. Siempre he querido tener hijos y no puedo, pero ver en ti todo lo bueno de mí... Y mira. No vino un bebé, pero viniste tú, que también ibas en pañales y parece que ya puedes volar sola.

—No, no... No puedo volar sola. —Sacudí la cabeza con las mejillas incendiadas, tirándome sobre ella para que me abrazase—. Es gracias a Noah.

—¿Qué ha hecho?

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora