𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟗: 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒆 𝒂 𝒆𝒎𝒑𝒆𝒛𝒂𝒓

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Estaba acostumbrada a que los hombres me mirasen al pasar. De arriba abajo. Fijamente. Cuando no miraba. Sentados en un banco. Acomodándose la entrepierna en el metro. Al pasar por las mesas de un restaurante. Gritándome obscenidades desde coches y andamios.

Te acostumbrabas a no estar sola nunca. Siempre tenías encima la mirada de un hombre desnudándote, deseando poner sus babas encima de tu piel, aunque solo estuvieses comprando el pan y, incluso acostumbrada a ello, las ganas de romperles la cabeza nunca se iban. Pero, a pesar de que esas miradas me eran ya naturales, nunca me había pasado en el trabajo.

Dejé el vaso de café de avellanas sobre el mostrador de la recepción, recogiendo el informe de peritaje del recinto donde Brody Falls quería realizar su evento, pero se me hacía difícil concentrarme en leer cuando un tío se apoyó en el mostrador sin apartar la mirada de mí. Al principio pensé que estaba allí para preguntar algo, pero cuando vi que ni siquiera se dirigió al recepcionista cuando le preguntó si necesitaba algo, supe que estaba allí por mí.

­—¿Qué quieres? —No aparté la vista del papel y le di un trago al café.

—Preguntarte si querrías ir a tomar algo conmigo después de...

—No —respondí tajante, bebiendo otro sorbo de café.

—Ni siquiera sabes lo que tengo que decir.

—Me has dicho si quiero tomar algo contigo. He dicho que no —insistí, sin siquiera mirarlo.

—No seas exagerada, venga, ven conmigo a tomar algo. —Y cometió el error de acariciarme la mejilla con su sucia mano.

Contuve las ganas de arrancarle la mano y dársela de comer a los perros, simplemente me aparté de un salto, apretando la mandíbula con rabia.

—Dirígete a mí una vez más y te arranco la piel del escroto para usar tus huevos como juguete para perros. —Cerré el dossier de un golpe, dedicándole la mirada más dura que tenía—. ¿Qué coño no entiendes de que no quiero salir contigo?

—¿Y por qué no? Soy guapo, visto bien... —Se pasó las manos por las solapas de la chaqueta del traje, esbozando una sonrisa aún más grande.

—Porque no quiere, te lo ha dicho tres veces. ¿Entiendes su idioma o te lo grabo en la frente de una hostia? —Agarré la mano de Noah para que se apartase de él. Me importaba más que conservase su trabajo y su integridad física a lo que ese imbécil pudiese decirme.

—Oye, tranquila, solo la estaba invitando a un café —respondió el entre carcajadas, buscando la mirada cómplice del recepcionista.

—Pues ya tienes la respuesta: no —replicó Noah.

—Es mejor que dejes la dejes tranquila, Mason. —Invitó el recepcionista, señalándole el pasillo que llevaba hasta los despachos.

Él desapareció farfullando, maldiciendo a todo el mundo, y yo me quedé allí con el dossier bajo el brazo y Noah con las manos en la cintura, esperando a que dijese algo.

—¿Estás bien?

—¿Por qué tienes que venir a defenderme, Noah? Podía yo solita. ¿Quieres sobreprotegerme?

Salí de allí sin esperar una respuesta, sin querer escuchar lo que tenía que decir. Salí directa a mi despacho con la sensación de rabia que me inundaba el cuerpo. Estaba enfadada. Estaba cabreada. Quería golpear la pared hasta hacerme daño en la mano, quería gritar mi frustración en mitad de aquellas cuatro paredes, tirar todos los papeles que había en la mesa y pegar tres patadas a mi sillón.

No me escuchó la primera vez que le dije que no. No me escuchó la segunda vez que le dije que no. No me escuchó cuando lo amenacé, solo se retiró cuando Noah apareció. Cuando una persona que no llevaba vestido y que se asemejaba a él físicamente le dijo que no. ¿Por qué seguía siendo una broma para ellos? ¿Por qué ninguno de ellos me escuchaba?

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora