Capítulo 38 |

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Ni yo me lo creo, qué os voy a decir jaja

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Ni yo me lo creo, qué os voy a decir jaja.

Os quiere,

LeenCandy

Había latas de cerveza por todas partes. En la mesilla del salón, sobre la alfombra e incluso enterradas en el macetero de una planta mustia. Nos habíamos apalancado en el salón después de cenar y, ahora, manteníamos conversaciones cruzadas unos con otros con el sonido del vídeo de Youtube que habíamos puesto y estábamos ignorando de fondo.

Le di un trago a mi bebida. No sabía en qué momento había pasado, solo que me había escurrido por el respaldo del sofá hasta quedar hundida, casi incrustada, en él y, hasta donde recordaba, había bebido tres veces más de lo que comí pese a saber que era una idea pésima. Sabía de antemano que un estómago vacío no era el recipiente idóneo para verter casi un litro de alcohol, pero tenía demasiadas cosas en mente como para soportarlas estando sobria.

Durante mi lapso de desconexión, los chicos habían abandonado su acalorada conversación sobre política para meterse en una más acalorada todavía acerca de conspiraciones alienígenas. Estaría encantada de participar en ella si no fuera porque ver a Alek y Connor debatir tan entregados a la materia y a Adler tratando de disuadirlos de sus ideas de bombero era muchísimo más divertido. Así que me limité a ser una oyente que, de vez en cuando, hacía la función de las risas enlatadas en las sitcom.

—Es vergonzoso tener que reconocerlo en voz alta, pero convivir con ellos me recuerda el motivo por el cual el ser humano está destinado a extinguirse más a menudo de lo que desearía admitir.

Me giré hacia Demian. Su postura era impertérrita, pero tras los cristales de sus gafas podía ver cómo sus ojos perseguían velozmente las minúsculas letras del manual de medicina al que llevaba enganchado toda la noche. La verdad era que había olvidado que seguía ahí, y eso que estaba sentado a mi lado y, por si fuera poco, estábamos en su apartamento. Me planteé si realmente había hablado o si había sido obra de mi imaginación porque no recordaba haber escuchado su voz desde la hora de la cena.

—El eslabón perdido entre el hombre y el mono —bromeé y detecté, de reojo, un ademán de sonrisa prácticamente imperceptible posándose en sus labios—. De verdad, admiro tu capacidad de concentración, yo me distraigo hasta con una mosca.

—Supongo que tantos años de práctica me han hecho inmune a...

En ese instante, Alek pegó un brinco de histeria sobre el sofá mientras que le decía a Connor, a voz en grito, algo que me costaba descifrar.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no te subas así al sofá, pedazo de cazurro? —le reprendió y Alek, que iba más bebido que ninguno de los presentes, dio un par de tumbos a la deriva— Baja esas patazas de cerdo que tienes o me aseguraré de hacérselas llegar a tu madre por Navidad.

El irresistible juego de Midnightemptation (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora