Capítulo 23

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Capítulo 23

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Capítulo 23

Una fina llovizna humedecía las calles de Los Ángeles cuando salimos en dirección a la universidad. El cielo, que permanecía encapotado desde la noche anterior, otorgaba tonalidades grises a la ciudad propias de las películas románticas de antaño. Si a aquello se le añadía la oscuridad característica de las horas tempranas de la mañana, lo que menos apetecía era asistir a clases. No obstante, allí estábamos.

Miré al frente; el parabrisas recogía las gotas que recorrían el cristal delantero del coche de Elliot con tal de despejarle la visión de la carretera, también mojada a causa de la lluvia que sacudía al condado entero. No podía asegurar con certeza si el silencio en el que estábamos sumidos se debía a nuestro evidente estado de soñolencia o a que todavía no recargábamos las ganas de discutir que perdimos la noche anterior con nuestra larga e inesperada conversación.

Ralentizó la marcha al entrar en el recinto universitario, buscó un espacio disponible entre el mar de coches que había en el aparcamiento y, después de algunos minutos, se decidió por un sitio lo suficiente grande como para estacionar su BMW. Ambos salimos del auto y, como si protagonizáramos una comedia romántica juvenil, un montón de miradas se clavaron en nosotros al instante. Era casi como estar en Crepúsculo, con la diferencia de que ni Elliot era Robert Pattinson con cara de estreñido ni yo el monigote insulso que lo acompañaba.

A algunos metros de distancia, sus compañeros de equipo —que parecían igual de aletargados que nosotros— nos saludaron con efusividad.

—Hey —correspondió mi acompañante una vez llegamos hasta su posición y yo hice ademán de ello con un lento movimiento de cabeza al que solo algunos respondieron de forma escueta.

La irritación fue in crescendo a medida que pasaban el tiempo y no nos movíamos ni un milímetro de nuestra posición. Traté de tener paciencia y mantener la boca cerrada durante los primeros minutos de cordialidad, incluso acepté como bueno el que la lluvia chispeara sobre mi cabeza durante ese margen, pero terminé perdiéndola al ver que no nos movíamos a pesar de que la tormenta amenazaba con resurgir.

Me arrimé a Elliot, que se limitaba a participar como oyente en la charla que mantenía el grupo, e hice uso del poder que me atañía como novia del líder.

Tiré de su mano un par de veces con tal de que me prestara atención y concluí que, en efecto, debía estar profundamente adormilado todavía, pues tardó varios segundos en reaccionar. Como si le costara verdadero esfuerzo ubicarse, sus ojos divagaron por las cercanías antes de posarse en mí a lo que yo respondí con un tercer tirón que, tras hacerle fruncir el ceño, pareció dejarle en claro mis intenciones. Elliot comenzó a caminar y, con él, el rebaño que le seguía.

Como buen complemento inanimado y satisfaciendo la buena voluntad de mi benefactor —o carcelero, según se mirara—, me mantuve al lado de Elliot a lo largo de todo el trayecto; callada, discreta y con una sonrisa sincera que tan solo podía esbozar cuando recordaba que, tarde o temprano, sería libre.

El irresistible juego de Midnightemptation (BORRADOR)Where stories live. Discover now