Capítulo 1

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Serendipia era una de esas palabras que, una vez aprendes, no puedes dejar de usar

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Serendipia era una de esas palabras que, una vez aprendes, no puedes dejar de usar. Después de conocerla, uno la metía en cualquier conversación sin importar si era o no acorde a ella. ¿Quieres tostadas para desayunar? Sí, y échale un poco de serendipia por encima, por favor.

Quizá esa no era la forma apropiada de emplear la palabra, pero había que admitir que, al menos, me daba a entender, ¿no?

Serendipia era un concepto abstracto, pero hermoso, y hacía referencia a aquellos descubrimientos afortunados e inesperados que no buscábamos, pero encontrábamos de forma accidental.

No obstante, para ese entonces, yo no sólo desconocía su significado, sino que estaba muy lejos de experimentar algo parecido a la serendipia.

James, que estaba cruzado de brazos tras el escritorio, le dio una ojeada rápida a mi informe y, después de indagar más bien poco en su interior, esbozó una mueca de desagrado tan profunda que no necesitó hablar para hacerme sentir incómoda. A continuación, puso los ojos en blanco y, después de chasquear la lengua con insolencia, habló:

—No está mal —pronunció sin intención alguna de disimular su disgusto.

¿Que no estaba mal? ¡¿Que no estaba mal?! ¡¿Dos días enteros de mi fin de semana clausurada en la biblioteca para un jodido no está mal?! Mean Girls 2 no estaba mal, pero mi ardua búsqueda de información sobre una antigua familia —casi jurásica— que residió y ayudó en la construcción de uno de los primeros edificios de Los Ángeles y cuyo último miembro falleció ese mismo fin de semana estaba jodidamente genial. Tan genial como podía estar algo así de aburrido, pero James mandaba y yo ejecutaba sin rechistar.

—¿Has contrastado la información?

—Sí, claro —respondí—. Y Heaven lo ha revisado esta mañana.

—Bien, que Howard arregle lo que falta antes de publicarlo —dijo mientras se dejaba caer en el respaldo de la butaca.

Asentí sin más, así no estuviera de acuerdo con lo que me pedía.

Daba igual cuántas veces le repitiera que Heaven era quien me supervisaba durante la jornada, a él le entraba por un oído y le salía por el otro. No le importaba que ella fuera la jefa de redacción y la editora por excelencia del periódico, James obviaba su labor cuando le apetecía, sobre todo si el día anterior habían discutido, como era el caso.

—Ah, y, Blake, cuando acabes, tráeme un café —oí que decía a voces una vez salí de su despacho.

Cogí aire y recé para que, si Dios existía, me diera paciencia, porque como me diera fuerza iba a estamparlo contra la pared. Las hojas del informe se arrugaron entre mis puños apretados y, al notarlo, relajé mi postura.

Los Ángeles Inquirer era el nombre del periódico local en el que realizaba mis prácticas universitarias. No era un periódico grande y tampoco tenía una gran difusión —de hecho, dudaba que lo leyera alguien más que la propia familia de los trabajadores—, pero era el único lugar en el que aceptaron la cláusula de mis prácticas.

El irresistible juego de Midnightemptation (BORRADOR)Where stories live. Discover now