Capítulo 17

4.8K 557 289
                                    

Capítulo 17

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 17

Me pasé la primera hora de Estadística tomando apuntes y anotando cada palabra que salía de la boca de Andre, no obstante, y sin razón aparente, mi cerebro decidió desconectar durante el segundo periodo.

Decir que mis pensamientos sobrevolaban el séptimo cielo era quedarme corta, muy corta. Me notaba la frente ardiendo y no sabía si era porque tenía fiebre o porque mi cerebro estaba rindiéndole homenaje a las neuronas fallecidas durante la clase encendiendo una hoguera.

Ahogué un suspiro y enterré la cabeza entre mis brazos, que estaban cruzados sobre el pupitre. Los ojos me ardían y los párpados me pesaban, así que dejé que estos últimos anularan mi visión durante algunos segundos. No me quedaban ganas ni fuerzas de mantenerme despierta, pero batallé con tal de no dormirme.

Mentiría si dijera que mi deplorable estado se debía únicamente a que, por el momento, estaba a la merced del estúpido de Elliot, porque no era así.

Abrí el móvil y me dispuse a entrar en el Foro. La bandeja de entrada seguía vacía. Debía admitirlo, el que me impusiera un veto y no me dejara preguntar a mis anchas me molestaba, aunque me empeñara en negarlo. Tanto era así que, la última vez que lo hizo, decidí castigarle con mi silencio creyendo que a lo mejor cedía un poco ante él, pero no fue así.

Mi orgullo de oro engullía las ganas que tenía de hablarle —que no eran pocas—, por lo cual solo me quedaba esperar a que fuera él quien lo hiciera. Y, por supuesto, rezar para que no se rigiera por la misma determinación que yo.

La voz ronca y arrastrada de Andre, proveniente de las profundidades de su garganta, llegó a mis oídos e hizo que se me pusiera la piel de gallina. Me erguí de inmediato y volví la vista al frente. La pizarra del aula —que ocupaba prácticamente toda una pared— estaba, de repente, llena de cálculos y números que bailaban ante mis ojos. ¡Solo había descansado un par de minutos, no dos eternidades!

El timbre que marcaba el fin de la clase resonó por el aula y enmudeció mis pensamientos catastrofistas en cuanto a la asignatura se refería, lo cual agradecí porque no estaba en todas mis facultades como para detener el curso de estos. Esperé a que todos se levantaran para hacerlo yo también, pues ese día no tenía la paciencia suficiente para aguantar los comentarios estúpidos que todavía envolvían mi existencia desde que Elliot Hayes decidió jodérmela. Mi cuerpo resentido por la fiebre tiritaba cada vez que descendía un peldaño en las gradas, que se me hacían interminables.

«Por favor, por favor, por favor...», recé al pasar frente la mesa de Andre. No obstante, al parecer, alguien ahí arriba era consciente de que no frecuentaba mucho la Iglesia porque mis súplicas no surtieron ningún efecto.

—Señorita Wright, ¿podemos hablar un segundo?

—Claro —intenté sonar lo menos antipática posible al responder, sin embargo, no pude evitar que se filtrara cierta acidez en mis palabras. Volví sobre mis pasos hasta quedar delante de él—. ¿Quería algo, profesor Hayes?

El irresistible juego de Midnightemptation (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora