Capítulo 26 | Parte I

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Capítulo 25

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Capítulo 25

Al dente era la denominación que recibía la cocción de la pasta cuando esta se notaba firme al morderla, crujiente, según la gastronomía italiana. No obstante, los chefs de la cafetería la habían llevado a su máximo exponente hasta cambiar de forma radical su significado. Según los cocineros, al dente era sinónimo de crudo; tan crudo como para clavarte un espagueti en la garganta y perforarte el esófago.

No pude obviar la mueca que se dibujó en mis labios al chocar, de nuevo, con la bandeja que tenía en frente. El manojo de pasta sin cocción rondó mi paladar durante algunos minutos, los suficientes como para asegurarme que no se me atravesaría al tragar. Además, la cafetería era económica, que no gratuita; y con lo que me costaba más me valía no dejar nada en el plato.

—Incomestible, ¿eh?

Compartir la hora de la comida con los amigos de Elliot se había convertido en una costumbre tras varias semanas, como también lo era seguirles la pista hasta el campo de juego a esas alturas, pero, por encima de ellas, existía una tradición inamovible de la cual no pretendía librarme; mi propia inexistencia.

Asumía que mi abrupta y repentina inclusión dentro del grupito de Elliot debió perturbar en sobremanera su tranquilidad, pues la reacción tras la escueta bienvenida con la que me recibieron no necesitaba grandes explicaciones. Rehuir mi presencia resultó ser la táctica por excelencia durante los primeros encuentros, pero dada su falta de efectividad a largo plazo acabó siendo sustituida por el más desapacible de los silencios. La incomodidad y tensión que se respiraba en el ambiente terminó diluyéndose con el paso de los días, y me convirtieron en lo que era en la actualidad; la sombra de Elliot. Así que, sí, la idea de que alguno de los presentes recayera en mi presencia resultaba tan improbable que no me abstuve a vacilar ante ella.

Cuando por fin decidí ir en busca del propietario de aquella voz que había osado romper con la norma del silencio, él ya me había encontrado a mí. Pese a que la montura de sus gafas era densa y llamativa, nada en ella era capaz de disuadir la atención de lo que se escondía tras ella: Los pigmentos que teñían sus ojos castaños tomaban matices pardos alrededor de las grietas y fisuras que se perpetuaban alrededor de la pupila y, a contraluz, brillaban con el fulgor del oro. Las largas y curvas pestañas que los enmarcaban le cedían un extra de profundidad que se sentía en cada ligero parpadeo.

—Chupar condones de sabores alimenta más que esta mierda —Me atreví a contestar ante su mirada expectante—. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.

Adam esbozó un intento de sonrisa y yo no encontré un motivo de peso para no devolvérsela. Él era, quizá, uno de los pocos amigos de Elliot por el que no sentía verdadera animadversión. Al parecer, más allá del tiempo que compartieron en el campo de juego cuando Adam aún pertenecía al equipo, también cursaban el postgrado juntos.

—Los lubricantes tampoco están mal. Entre comida y comida, quitan el hambre —Añadió en un bisbiseo que logró desconcertarme. La amplia sonrisa que surcaba sus labios le daba un caíz pérfido a su dulce y armonioso rostro que, por norma general, solía catalogar como de niño bueno.

El irresistible juego de Midnightemptation (BORRADOR)Where stories live. Discover now