Capítulo 22

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Capítulo 22

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Capítulo 22

Formaban parte de la misma casa, las precedía la misma escalera de madera y estaban frente a frente en el mismo pasillo. Sin embargo, eran muy diferentes la una de la otra, al igual que nosotras.

Mientras que las paredes de la habitación de Beth eran de un apacible tono malva que reflejaba su propia personalidad, dulce, sosegada y dócil, las mías las teñía un color naranja neón que denotaba cada pequeño matiz impulsivo y temperamental que me caracterizaba.

Sus muebles perlados no tenían ni un solo rasguño, los paredones estaban decorados con vinilos de flores y lo único que las recargaba eran los cuadros de estudio semanal que Beth hacía cada semestre. Los míos combinaban gracias al parecer de mi madre y el único tipo de decoración que tenían venía dada por el arte callejero que yo misma les otorgaba con los bolígrafos de la escuela y ni hablar de tablas académicas, aquello jamás pasó por el marco de mi puerta. Se habrían quemado nada más traspasarla como lo haría yo al entrar en una Iglesia.

Sí, Beth y yo compartíamos sangre, valores y educación, pero éramos polos opuestos por todo lo demás. Aunque, pensándolo bien, quizá eran esas singularidades tan propias de cada una las que nos unían de verdad.

Tocaban las siete y media cuando Beth se llevó a la boca el último Twinkie que quedaba en la bolsa para, a continuación, comprobar que no quedara ninguno más en el recipiente.

Ver cómo mi hermana se zampaba decenas de pastelillos con la misma habilidad con la que lo haría una serpiente al tragarse a su presa, sin siquiera masticar, podía resultar francamente preocupante. No obstante, lo que de verdad hacía que se me saltaran las alarmas era el repentino cambio de actitud que veía en ella. Beth llevaba una dieta muy estricta, casi prohibitiva, desde que se adentró en la adolescencia, así que verla devorar sin miramientos azúcares, grasas y cientos de calorías provenientes de bollería industrial me dejaba, como poco, patidifusa.

Desde luego, mi madre había hecho bien en llamarme.

—Qué llena estoy —dijo Beth al tiempo que terminaba de expulsar los restos de azúcar en sus manos.

Observé cómo limpiaba los rastros de chocolate y crema que manchaban sus labios con la manga del pijama con preocupación. Las razones que me habían llevado a tomar la decisión de volver a casa antes del fin de semana eran varias y, aunque la necesidad de alejarme de mi entorno actual ocupaba varias de ellas, la principal era y seguiría siendo siempre apoyar a Beth.

—Lo que me extraña es que no hayas explotado todavía —comenté sin dejar de mirarla.

Me mordí el interior del labio sin saber todavía cómo sacarle el tema de forma delicada y sin que notara la razón por la cual estaba allí. Mi madre, que me había llamado ese mismo día hecha un nervio, juraba que algo no iba bien con Beth. Los días en los que salía de fiesta y volvía pasada la hora acordada habían quedado en el olvido para dar paso a algo que la asustaba incluso más. Mi hermana llevaba un par de semanas en un estado de aislamiento que le recordaba a sus peores épocas de ansiedad; ponía excusas para no asistir al instituto y callaba más de lo que podía soportar.

El irresistible juego de Midnightemptation (BORRADOR)Where stories live. Discover now