Capítulo 35

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Sin muchas excusas, sólo diré que lo siento, pero que no he podido hacerlo antes y mejor jaja

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Sin muchas excusas, sólo diré que lo siento, pero que no he podido hacerlo antes y mejor jaja. Espero que nos veamos muy pronto, porque el siguiente está casi listo. 

Besitos de chocolate,

LeenCandy

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Por allá los años treinta, los titulares de la prensa estadounidense fueron atracados a mano armada —ironías aparte— por la aparición de una joven pareja de prófugos que, con poco más de veinte años, eran considerados enemigos públicos del estado. Con un pasado cuestionable y un futuro a la altura de las expectativas, el azar unió las vidas de Bonnie Parker y Clyde Barrow durante años y hasta el día de su muerte.

Su trayectoria criminal fue corta, pero dejó a su paso ríos de sangre, toneladas de pólvora y, por supuesto, muerte. Vivieron su amor al margen de la ley hasta su última exhalación y murieron tal y como vivieron todo lo demás: Entre balazos, un veintitrés de mayo del treinta y cuatro en una carretera perdida de Luisiana.

Asaltaron decenas de comercios y bancos y delinquieron más de lo que llegaron a respirar; sin embargo, lo único que llegó a asaltarlos a ellos fue el amor.

Casi un siglo más tarde, Bonnie y Clyde solo eran un disfraz más de los muchos que podrían verse a lo largo de aquella noche, la noche de Halloween.

Quince minutos de reloj. Había batallado tanto para que la cremallera de la falda me subiera más allá de las cartucheras que ahora no podía sentirme más que orgullosa —o ridícula si tenía en cuenta que había desperdiciado un cuarto de hora en embutirme en ella— del reflejo que recibía por parte del espejo. La tela se adhería a mi silueta como si fuera licra y esculpía cada curva de ella, incluso aquellas que no tenía ni tendría a no ser que pasara por quirófano.

Me recoloqué el jersey color caqui y me anudé el pañuelo a conjunto en el cuello. A continuación, seguí con lo que creí que sería mi peor enemigo de la noche: La peluca rubia que completaba el look, cuya longitud no sobrepasaba la línea de mi mandíbula, y prometía hacerme sudar la gota gorda antes de medianoche.

Tomé la pistola que descansaba sobre la cama y la metí dentro de la liga roja que asomaba por la abertura lateral de mi falda.

—¡Willow! —Piqué un par de veces a la puerta del baño para llamar su atención, pues la música en la planta inferior estaba tan alta que parecía que tuviéramos los altavoces dentro de la habitación—, ¿cómo lo llevas?

—¡Ya casi estoy!

Un par de zancadas mal dadas, un golpe seco en el lavamanos y, a continuación, una percusión de estallidos desagradables que dejaban una sola cosa en claro: Acabábamos de echar a perder parte del mobiliario que la fraternidad nos había cedido amablemente.

El irresistible juego de Midnightemptation (BORRADOR)Where stories live. Discover now