52 - La abolición de la distancia

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La abolición de la distancia

Casi en un abrir y cerrar de ojos, el aula se vacía y el pasillo se despeja. Por fin estoy a solas con Ani. Por fin puedo consolarla, calmarla, cuidarla. Nos hemos invertido en nuestros asientos, mirándonos de frente. Ocupando su puesto, observo la puerta abierta. Debería cerrarla para tener intimidad, pero todo está desolado y no quiero perder ni un segundo lejos de Ani.

—Estás temblando —contemplo, con voz serena, al sujetar sus manos sobre sus piernas.

—Sigo nerviosa por todo esto... —Ani elude el contacto visual.

—Tranquila, Ani. Cálmate. —Caliento sus manos con tenues caricias, brindándoles la paz y la seguridad que necesitan—. No me gusta verte así. Tus temblores son divertidos en otras circunstancias —expreso insinuante pero con humor para relajarla. Apenas sonríe.

—Laurita, yo no soy así. Ya no. —Es así, puede que más violenta de lo que imagino, pero me muestra su vergüenza, su arrepentimiento y su fragilidad. Tengo delante de mí la imagen de una chica dulce a la que me gustaría besar—. Es que no podía permitir que me tocara como si nada.

—Sí eres así, pero no has aprendido a controlarte lo suficiente. —La impulsividad la posee como un demonio al que cuesta expulsar de su interior. Ani debe vivir rodeada de armonía para que siempre exhiba su resplandeciente sonrisa, y eso es lo que me gustaría aportarle en la vida.

Observo la herida en su labio, por lo que me dispongo a buscar un pañuelo para limpiarla.

—Entre todo esto y lo que te habrá contado Aura, me preocupa que me tengas miedo... —revela, agachando su afligida mirada. Es tan linda cuando me abre su corazón. En momentos así, siento que le importo de verdad, que podría sorprenderme con una confesión amorosa y conquistarme más de lo que me tiene.

—Eres boba si piensas eso. Conozco lo mejor de ti y estoy lejos de tenerte miedo. —Mi único miedo es perderla y que me rompa el corazón—. Además, las cucarachas me dan más miedo —enfatizo con una sonrisa. Ella desconoce que me refiero a la plaga que habita entre nosotras, a gente como Sandra o Mario, que dañan a los inocentes, y que aprendí a pisotear. Termino de pescar un pañuelo en la mochila—. Tienes un poco de sangre en el labio. Deja que te limpie.

—Vale...

Me arrimo a ella. Acomodo una mano en su muslo y acorto distancia con su boca. Tensión, respiro tensión en nuestra cercanía, en nuestro aliento, en el silencio, en su expresión vulnerable. Pero esta tensión tiene un aroma agradable.

—¡Ay! —se queja cuando rozo la herida con el pañuelo. Supongo que le ardería.

—Es un cortesito de nada. —Continúo con suavidad, perdiéndome en la silueta de sus labios.

—No se lo cuentes a Eric, ¿vale? —Teme decepcionar a mi hermano también.

—Yo no se lo diré... —Ya es tarde para eso. Soy yo quien la decepcionará cuando descubra que moví hilos para que avisaran a Eric.

—Espero que el corte no se note mucho para que no se dé cuenta. —De todas formas, es imposible ocultárselo. Él se enteraría a través de otras lenguas. Hubo muchos testigos.

—Y que se te quite la rojez de la cara —señalo.

—Ese puto Mario. Le tengo un asco. Espero que no se le ocurra tocarme otra vez. —La ira se manifiesta en las palabras de Ani.

—No me gusta que te hagan daño. Mario no volverá a molestarte nunca más —afirmo con plena seguridad porque, si la directora no se ocupa de él, yo misma lo haré en el momento preciso. Me prometí que Mario se irá de este instituto y no pararé hasta conseguirlo. Se arrepentirá de haber tocado a Ani.

La novia de mi hermano 1 [Disponible en físico + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora